martes, 1 de diciembre de 2015

Mío







Hoy como cualquier otro día, desde que no estas, me costó levantarme, hacía frío y me quedé ahí, muy quieta, tapada hasta las orejas, de no ser por el leve movimiento que destapó mi hombro al levantar el brazo para coger el móvil de la mesilla de noche.

Nada tuyo, como todos los días, ya no hay palabras, ni suena la música, ni se remueve libido con las fotos.

No hay café, ni ganas de levantarme a hacerlo. Me mantengo ahí leyendo las diferentes redes sociales largo rato, se está bien en la cama, la sensación de calor me incita de nuevo al sueño, pero me resisto, me ayudo leyendo los tres o cuatro mensajes que a diario me desean buenos días en privado, con sus fotos y la amabilidad de costumbre consiguen que esboce una mínima sonrisa…

Era diferente cuando eran tus mensajes. Recuerdo la ilusión con que los recibía, no faltaron nunca, ni una sola mañana, no importaba cómo te sintieras, ni aun en los peores momentos me faltaron. Entonces yo era  esa prioridad. Por un pequeño espacio de tiempo en tu vida fui lo más importante cada día. Esa ilusión que iluminaba tus ojos al despertar, esos momentos robados antes de que toda tu familia pululara por la casa, ya habías estado conmigo, aunque fuera unos segundos ocupándote de que mi despertar fuera especial, de que la luz que entrara en mi cuarto no necesitara de abrir la ventana.

¿Y tú me preguntas porqué te echo tanto de menos? 

Asumo que soy especial, como cada uno de nosotros lo somos, pero ya no me vuelan esas “mariposas” en el estómago haciéndome sentir la mas bella entre las bellas, la mujer más deseada, ese placer prohibido que llenaba tus momentos imaginados. Tu ilusión y la mía se habían encontrado en ese espacio infinito en que nos perdíamos cada segundo, cada hora, todo el día,  y toda la noche.

Cuando todos dormían, nuestras letras se acariciaban, mimándonos con regalos, ínfimos detalles tan importantes para los dos. Nuestras músicas dialogaban en un idilio de notas, de miradas, de temblores ruborizando las madrugadas. 

Música, imágenes, sensaciones, sonrisas…

¿Y  tú dices que no te he perdido?

Y seguramente tienes razón,  porque ya no nos hace falta escribir para comunicarnos, hemos pasado a otro nivel. Ya no tenemos que hablar para escucharnos… Ni tenemos que querer estar juntos, porque lo estamos, aunque no hablemos adivinamos las palabras… Añorándonos nos vivimos más que nunca, cercanos, y sonreímos a la vida por habernos dejado  ese espacio en el que siempre nos encontraremos, por mucho tiempo que pase, aun sin pretenderlo, estamos más presentes cuando no estamos.

¿Y tú dijiste que yo había ganado?

Aun perdiéndonos los dos ganamos, reconoce al menos, que en algo me he adelantado… Al menos yo puedo contarlo, aunque se me atragante esa lágrima, que no quiero llorar hacia afuera, quiero que ese llanto sea mío, como tú lo fuiste, un día,hace mucho tiempo.

Carla

02/12/2015  a las 0:45