Acto final
Llega a una casa,
que ya no es suya.
Se descalza unas
deportivas ensangrentadas
Lava sus manos concentrada.
Con jabón. Restregando,
mínimo veinte
segundos, mejor treinta.
Enjabona de nuevo,
Repite el ritual a
conciencia.
Las seca.
Se sienta en un
sofá irreconocible.
Sale de su piel
como si se desvistiera de la ropa que no lleva.
Y como una serpiente, la abandona ahí tirada.
La humedad de la
piel que no tiene
está surcada por
lágrimas.
No está, pero está
más presente
que cuando aún
estaba.
Su castigo es el
más infame,
de una crueldad
sin límites.
Grita callada,
con esa voz que
nadie escucha
pide auxilio.
Nadie, nada, sin
respuesta.
La humillación de
lo que no siente,
la ausencia de una
caricia,
de una palabra de
aliento.
No hay peor
martirio
que los besos no
dados.
Su cuerpo es
inerte
lo ha conseguido
la costumbre
de no ser tocado.
Los ojos de los
mártires,
te miran siempre
fijamente
vayas donde vayas.
No hay tortura en
vano,
maldice mil veces:
la ignorancia,
la dejadez,
la desidia,
la falta de ganas,
la carencia de
empatía,
el desamor.
No hay mayor
castigo
que la ausencia de
sentimiento alguno.
Descansa en paz.
Apenas doce meses y
ya te ha olvidado
quién nunca te ha
querido
Se cierra el
telón,
No lo soportó,
llevaba demasiado tiempo
muerta.
@carlaestasola
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