lunes, 27 de julio de 2015

Soñé otra vez, esclava de mis imposibles








Me has pedido que te cuente mi sueño, y mi excusa es que era demasiado largo, cuando en realidad lo único que pretendía era poder hablar contigo y contártelo… Me conformaré una vez más sin oír tu voz, me tengo que poner a escribir,  excusas de nuevo, a mi misma, soy boba.
Vamos…

Normalmente no suelo recordar mis sueños, dicen que esto suele ocurrirle a aquellas personas que se regalan a sí mismas la realización de sus deseos durante el día, desde ya, aprovecho para deciros que esto es un engaño, al menos está demasiado lejos de ser mi caso. Como os iba diciendo ese fenómeno poco frecuente, casi siempre coincide con algún hecho que aunque no sea de manera puntual, ni exacta, al menos en algún punto se asemeja con lo que acaece en mi vida real finalmente, a veces incluso años después.

Recuerdo que la primera vez que fui consciente de ello, apenas tenía ocho años. Desperté debido a las lágrimas que caían por mis mejillas. Mi madre, que se levantaba con el sonido del vuelo de una mosca, vino entonces corriendo a mi cuarto, nos encontramos a medio camino y cuando me preguntó que me pasaba, le dije que había soñado que mi abuela materna se moría.

Mi  abuela que vivía a más de cuatrocientos kilómetros de distancia, a quién sólo veía durante los veranos, mantenía tan sólo correspondencia con mi madre, su hija. Una de sus hermanas, que vivía con ella, llamaba de vez en cuando para darnos noticias a uno de aquellos teléfonos fijos de hace años, cuando aun no existía toda esta parafernalia tecnológica.

Mi madre me tranquilizó para que volviera a la cama, si algo hubiera pasado, me dijo, tu tía nos habría llamado y no ha sido así, convenciéndome para ir a dormir de nuevo, ya que eran cerca de las cuatro de la madrugada y al día siguiente debía ir al colegio.

Todo quedó tan en medio de una nebulosa, que hasta yo me olvidé de mi propio sueño… Transcurrió el día de escuela, como cualquier otro, nadie más que mi madre tenía conocimiento de mi sueño.

Pero la mañana siguiente, a eso de las ocho, cuando nos levantábamos para ir al colegio, sonó el teléfono en casa… Era mi tía, le pedía a mi madre que se pusiera en camino porque mi abuela estaba muy enferma. Lo que entonces no nos dijeron, ni a ella ni a mí, es que ya había fallecido a eso de las cuatro de mañana.

Conexión, premonición, adivinanza, ¿qué se yo? , lo que sí sé es que fue la primera vez que fui consciente de ello.

Y ya, si lo sé bien, muchos estaréis llamándome loca, pero no voy a sorprenderme por eso, me lo han llamado tantas veces, da igual la causa, que no me tiene ya ningún efecto, hasta sonrío sarcásticamente cuando lo hacen, y eso enerva, lo sé…

Todo esto una mera introducción, y sin motivo o justificación aparente, o si, ¿quién lo sabe? …

Anoche de madrugada volví a sentir esa sensación fría en mis mejillas que me despertaba, de nuevo lágrimas si, en ese estado de duermevela pude revivir lo que acababa de soñar con la suficiente claridad como para poder contarlo…

Ahí estaba él, bueno más bien estábamos los dos, era una especie de cafetería, creo, o un salón, no recuerdo de manera precisa el decorado, sólo recuerdo que estábamos sentados en sendos sillones individuales, y él no quería mirarme a los ojos… Adivinaba por su rictus que algo grave sucedía y aunque podía adivinar sus palabras, necesitaba que fuera él quien las pronunciase. Recuerdo que intentaste tomar mi mano, pero instintivamente la retiré de tu alcance, me recosté en el sofá para que mi cuerpo no soportara el peso que yo sabía iba a hacerlo caer más tarde o más temprano como un fardo, contra el respaldo…

Rompiste de nuevo el silencio, y pronunciaste dos frases que dolieron más que un disparo, raramente no salía sonido alguno de tus labios, pero resonaron en mi mente como si nos comunicáramos telepáticamente.

-“Carla tu sabes que las cosas no estaban yendo muy bien últimamente… Y no sabes cómo lo siento, pero debo ser sincero contigo. He conocido a alguien…”

No me preguntes porqué, ya lo sabía, pero así era. Sin embargo cuando mi mente las captó, se produjo un cortocircuito, todo colapsó. Sabía que no podría haber sido de otra manera, y que aunque una parte de mi iba a morir contigo, el resto del cadáver me tocaría soportarlo a mi sola. Arrastrarlo a diario no iba a resultar fácil, cada vez mas pesado ese saco de decepción, es una losa que casi me aprisiona pero no me queda más remedio que seguir cargándolo.

Las cosas bellas no duran mucho tiempo me habían dicho siempre, y yo ingenua, pretendí ser más lista, llegar más lejos, engañar al destino, para retenerte un poco más conmigo. Exprimir cada segundo, aunque se fueran distanciando en el tiempo, soportar tu falta de ganas, tus excusas, comenzaba a asfixiarme, demasiada presión en un pecho que cada vez aguanta menos dolor. Sin darme cuenta de que cada vez estábamos más lejos, de que todo tiene un final, pero sobre todo de que hay un lugar en el que nunca te irás, aunque no lo sepas, seguirás en mis escritos, mientras sigas en mis sueños, por muy lejos que estés.

Ser un número en tu lista, no es algo de lo que me sienta orgullosa, tampoco arrepentida, pero triste, mucho, por no saber cómo hacer para que te quedes, de alguna manera aunque sea, perdón, iba a mentir, no, no es cierto… Sólo quiero que te quedes de esa manera que los dos sabemos, debo ser sincera, de esa que ya no puede ser, de esa en la que fuimos.

Carla Duque
28/07/2015 a las 1:45



martes, 23 de junio de 2015

A los poetas y al amanecer entre lamas




Inesperadamente fue un regalo, cuando ni siquiera sabía que podría serlo, en un día tan especial para ti.

Habría, de haberlo sabido, intentado imaginar miles de cosas originales que podrían haberte sorprendido mucho más, incluso haberte dejado atónito,  con ese brillo del deseo en los ojos, pero cada vez, me da la impresión de que te conformas con menos, que casi cualquier cosa que hubiera hecho habría sido válida, me pides muy poco, para todo lo que tu me das.

Siempre has pedido poco, te conformas casi sólo con mis letras, que llenan ese momento de ego que te hace sentir mejor en tu día a día, sólo eso es suficiente para que sigas mirándome a los ojos. Abriendo la persiana cada mañana para que entre el rayo mínimo que te permita descubrir mi cuerpo, un vez más, imaginado, gracias a la luz que se cuela entre las lamas, mientras duermo. Agotada por la exigencia de un cuerpo, al que ya me va costando más responder.

Es cierto que los años nos han cambiado, que nuestros cuerpos no tienen la tersura de piel ni medianamente exigible, que la fuerza de la gravedad ha hecho ya estragos en cada centímetro cuadrado, pero también lo es, que hemos ganado en profundidad al sentir, en conocer exactamente el ritmo y el tempo, en interpretarnos cual dueto improvisado sobre la partitura que conocemos de memoria, miles de veces interpretada en nuestra jam particular, siempre diferente, aunque con los mismos protagonistas.

Y una vez más ese vacío que genera mi impotencia,  cuando oigo como se cierra la puerta y me quedo a solas en esa cama tan revuelta…

Ya no vamos tan al unísono,  te has ido interesando por otras cosas que te abstraen de mi lado, que te alejan cada vez más de lo que fueron momentos nuestros, ya cada vez nos vemos menos, pasas apenas horas en casa, y tus fines de semana se llenan de actividades deportivas, mientras los míos tienden más a los culturales. Nos hemos distanciado tanto, que el único momento de contacto es ya el sexo, al menos en ese aspecto aun hay respuesta, por ahora.

Aunque es cuando no estás, lo confieso, cuando mejor me encuentro, acostumbrada ya a tu ausencia, a tu despego, me busqué a mí misma, hallándome.

En el silencio de las sábanas donde encuentro mi verdadero yo, ese que busca en su cuerpo todo cuanto no encuentra, mi fantasía vuela alejándose de esta habitación, y de tu lado, dejas de existir para tomar otros cuerpos, inexplorados, nuevos… Perdida entre montones de ellos, todos cadavéricos, olvidados de la realidad, ausentes de sus vidas.

Finalmente me busqué en bosques y tempestades, para centrarme definitivamente en la escritura, donde pude satisfacer veleidad y sosegar mi alma en aguas calmadas.

La prosa me diluyó en historias que no eran mías, los relatos me alejaban de mi misma, porque no era capaz de reflejar en ellos todas las sensaciones, apenas permitían mostrar una mínima parte de esa desazón que me quemaba las entrañas.  

Es por eso que debo agradecer mucho a la poesía, a la que siempre me animaste y siempre tuve miedo.

Hasta entrar en ese mundo desconocido donde  las letras se convierten en alma desnuda, y las pasiones y carencias en versos, donde la inmediatez de los sentimientos expresados consuela las heridas consumadas. Vehículo consecuente que deja al trasluz sentimientos,  donde sólo la sinceridad es válida, ahí donde no se puede mentir porque todo se muestra.

Sólo aprendiz de grandes maestros,  que como tú, han convertido el verso en dialogo diario, con la fluidez experta de quien domina los trucos de la palabra, cual varita mágica para tocar justo donde se debe, despertando sensaciones, magos de la palabra admirados y sin embargo tan expertos voceadores capaces de vender mantas en el Caribe.

Esos locos egregios se nos merecen, a todos los que un día caímos en sus redes, la palabra siempre nos enamora, y lo sabes.

Pido perdón por mi prosa, justificada por una sola razón, teóricamente no dominas este reino, y por tanto terreno neutral lo considero, aunque en mi humilde opinión, siempre estaré en desventaja, porque creo, que quien domina la palabra, domina todos los tercios, y esa, no soy yo.

A los poetas y al amanecer entre lamas

Carla
22/06/15



sábado, 13 de junio de 2015

Un tango a una Porteña







Siento que tus roces se deslizan por su piel de tango,
marcado su nombre en la tuya,
iluminando volcanes inertes
levantando el vello dormido en tus sombras

Entorno mis ojos para encontrarte
interpelándola de nuevo ante la opacidad de su falta de respuesta,
levantas su falda de tubo a versos,
imaginando sales que no saboreaste,
escapando de tu apatía, desidia diaria
que te congela la sangre
y vuelves a  búsquedas apasionadas
que coloreen tu alma de poeta
que despierten sentires y poros
para que el calor te permita irrigar
de escritos tu silencio

Eres el que pinta desnudos con un teclado,
el que llama a puertas secretas,
y vampíricamente succiona vida
de otros cadáveres
en el mismo cementerio

Y respondo a tu poema
escrito hace años,
como si el tiempo no hubiera pasado.
Porque sin ser genéricos
cualquiera de ellos podría 
serle a cualquiera adjudicado,
solidario y generoso 

Me llamas amor y me espanto,
Te digo amor, sin sentirlo,
somos historias repetidas
en un álbum de cromos imaginarios


Carla
14/06/15 
2:42


miércoles, 10 de junio de 2015

Se me escapó la poeta escuchando a Robe = @Robe_Iniesta










Leche
Suavizante
Fruta...
...
...


¿Y qué es sino la poesía?
Libertad absoluta en la entrega,
vaciar el alma,
encerrándola en cada verso.

¿Y por quién?
Por una misma, sin más…
Vomitar todo lo que te invade,
Despojarse de todo lo que el cuerpo
no es capaz de amplificar,
en la estrechez de las mentes

Abandonar el suelo,
sin duda lo más cercano a
sobrevolar,
levitar consciente,
y sin el dolor
ni los espasmos del orgasmo

Desesperar en letras,
descorchar la pasión,
hervir entre espacios,
sin fin al menos, 
hasta que te rescate el alma,
ruborizada, 
por la amplitud de lo exhibido.

Desnudarse

Sino ¿para qué?

No quiero escribir bonito,
procuro no usar lo manido…

Paro  
porque en la tele,
está hablando Robe Iniesta…

Y sonrío fuerte,
¡Ay extremeño!
Tu si eres poeta,
¡Joder!
No yo, por más que lo intento

Y qué ganitas de escuchar
esos ocho temas,
con el miedo,
a que despiertes de nuevo
al dragón de los versos dormidos,
no en mi pecho,
en mis poros…

De nuevo inundados 
de ese sudor,
que se enfría a medida que escribo,
y que acabará como siempre,
en veto, 
a mi conciencia:
“No te leas”,
“Y si lo haces, no corrijas”…

Deja que vuele libre,
lo que libre quiso
escapar de ti.
Sin importar a donde llegue,
importando a quien le importe.

Lo demás
¿para qué?

Si cada uno es,
como es

Y por eso eres tan grande Robe
porque te la pela si gusta o no,
no te importa lo que le guste a la gente,
con que te guste a ti

Con que me guste a mi,
lo suficiente como para no acabar
en una papelera,
como ha venido sucediendo
durante tantos años

Pero ya no,
Tu no,
ya,
no,
yo,
ya.

El Capo: @Robe_Iniesta



Carla Duque
@carlanoestasola
10/06/15

22:27




domingo, 31 de mayo de 2015

Ellos






Pequé si, 
de amarles hasta más no poder
hasta perder la consciencia de donde me hallaba

Y perdí algo más que eso,
nunca más me encontré a mi misma
sin toda esa sarta de recuerdos.

Formaron lo que soy
y lo que tengo,
pero también lo que no tendré
porque así lo quisieron ellos

Todos y cada uno 
están mis versos
pero uno sólo en mi pensamiento

Habitando mi cuerpo
está sólo su recuerdo




Carla, 31/05/2015

sábado, 30 de mayo de 2015

Nana de las perlas







Mientras contemplas las estrellas
pregúntale a la Luna
si alguna vez al pasar por tu ventana,
sonrió a carrillos llenos
al sorprenderte
escribiendo versos
que para ella no fueron

Alguna de esas constelaciones
reunió más estrellas
que las cuentas de mi collar
cuando acaricias mi espalda
jugando a crear nuevas
formas que surcarás con besos

Ser estrella en este momento
estar en tu cielo
brillar para estremecerte
induciendo tu sueño

A la nana, nana de las perlas
entre tus dedos
que en estrellas se convirtieron

Carla
31/05/2015

miércoles, 27 de mayo de 2015

No quiero ser un zombi (y mucho menos de Alejandro Sanz)








En estos momentos en que cambio mis horarios para adaptarlos a los de mi padre, recuerdo a mi querido Carlos cuando los domingos y festivos me comentaba el relax del que disfrutaba en esas mañanas con el suyo.

Es en este vivir pausado cuando todo cobra vida, los árboles y arbustos bailan al son que les marca el viento, los lunares que veo reflejados en la terraza, se deben al poco sol que entre las ramas y  hojas del casi bosque que nos rodea, traspasa como si de un colador se tratara, iluminando sin herir en exceso, la música de las hojas de los árboles, percusión sutil, sirviendo de relax a esta aprendiz de escritora a ratos perdidos, cuyas ganas últimamente flaquean a la hora de enfrentarse al temible Word en blanco.

Debo al menos intentar, no desfallecer en esta práctica, y agradezco de paso a todos los que a ello me animáis con vuestras palabras, gestos, y mensajes tan cariñosos. A veces debo forzarme, y quizás en esta ocasión sólo me mueva la petición de los amigos, aunque una vez comienzo, me dejo escapar el alma entre los dedos, para no censurar nada de lo que salga. A veces tal cual, no soy de corregir, me gusta la inmediatez de pensamiento, aun pecando de formas demasiado sencillas, sin embargo directas. Por favor disculpad mi falta de  ejercicio en la escritura, perdonad mi vagancia, mi pasotismo a veces, que desafortunadamente siempre pasa factura… Como todo ejercicio, debería ser constante para conseguir resultados, y no soy capaz de la disciplina necesaria, siempre me permito ausencias, que van en mi contra.

Como iba comentando, en las tardes de paseo, solemos sentarnos en un mirador cercano al río Manzanares, lugar entretenido para la tercera edad, a cuyo ritmo me estoy acostumbrando, lo confieso, incluso conseguirán hacerme fan de estas prácticas observatorias. Desde dicho mirador se contempla una preciosa vista del Madrid monumental, lugar por el que hace pocos días en bicicleta alardeaban algunos políticos en campaña. En estos bancos repletos de gente mayor, se respira la calma del atardecer, se escuchan las conversaciones en voz baja a veces casi susurrada, y medio a voz en grito en otras, por aquellos que tienen el oído cansado, de acuerdo a sus años.

Les veo mirarnos con incomprensión, observan a los transeúntes jóvenes como si de animales se tratase, en un zoo de ires y venires a paso rápido, acelerados, armados de cascos en los oídos y móviles en las manos, que no dejan de mirar ni un segundo, ni siquiera ante la majestuosidad del atardecer reflejado sobre las orillas del río. Ni aun yendo con sus hijos, dejan de atender a esta pantalla que les capta, atónitos, moviendo rápidamente los pulgares, que como decía un amigo, terminarán convirtiéndose con los años en únicos apéndices de nuestras manos, por el uso excesivo.

Nos observan caminar las calles perdidos, aislados de cuanto acontece a nuestro alrededor, con nuestros pies vacilantes intuyendo el camino, más que viéndolo.

Nuevos estos zombis de día, carne de asfalto, con sus ojos pegados a una pantalla y sus pulgares armados de palabras disparando respuestas a la velocidad del rayo.

Hemos perdido ya la noción del tiempo, y no sólo ellos, los mayores, y quizás yo, contagiada por su enorme calma, son los únicos que nos miran cómo seres humanos sin sentido apegados a las máquinas… Ya no nos miramos, ya no hablamos, ya apenas socializamos con seres humanos, sino con frases preescritas miles de veces, no sentidas seguramente en la mayor parte de los casos.

Y termino pensando, que cuando vuelva a mi vida normal, a mi rutina diaria, no quiero ser más uno de esos zombis… Quiero mirar a mi alrededor sin pantallas, ver los ojos que me hablan, y la expresión de una cara, pero sobre todo no quiero tener dos únicos dedos en mis manos, ser un palmípedo más.

Aunque seguramente cuando acaben mis vacaciones forzadas, miraré la vida desde el otro lado, e inevitablemente  a seré yo misma, quien mire a los mayores ahí sentados, contemplando el atardecer, como esos seres extraños y casi inertes que miran al sol cuando se va la tarde, agradeciendo o maldiciendo en algún caso, poder hacerlo un día más…Mirar dependiendo del lado en el que nos encontramos, y posicionándonos subjetivamente, es lo que tiene.

Carla

27/05 aunque publicada el 28/05/2015 a la 1:10
Foto: Carla