lunes, 20 de febrero de 2017

Hipófanes y Sísife





Cada vez que ellos se encontraban se olvidaban del mundo que les rodeaba. El de su esposa y sus hijos, del trabajo, de la constante presión de una vida que le obligaba a estar muerto en vida. Ella de su marido, de sus hijos, de la absurda soledad después de haber entregado sus mejores años como esclava para la felicidad de los que la rodeaban. Ahora su trabajo ya no era estresante y sin embargo era el más estresante en la teoría de lo absurdo. Hacer para que otros deshagan y volver a comenzar al día siguiente el mismo trabajo, para finalizar el día de nuevo en la misma posición en la que había empezado cada mañana.

En ese limbo de horas quemaban sus cuerpos ungidos en lujuria, la más demencial y absoluta, toda la imaginada y mucho más, se entregaban sin límites a sus pasiones más bajas. Sus pieles ardían bajo las llamas del deseo absoluto y se apagaban con los líquidos que de ellos mismo emanaban, para comenzar de nuevo la escalada desde la humedad sumida en sus poros, desde la que renacía con mayor virulencia la desesperación de todo el deseo frustrado. A veces doloridos, sus cuerpos llenos de marcas, lograban despertar del sueño infernal de sus extremos enzarzados, unidos por lazos invisibles. Ojos que incendiaban prendiendo una y otra vez una insofocable llama.

Escondidos en sus refugios temporales, fueron perseguidos y vigilados, hasta ser cogidos in fraganti un día y detenidos por la autoridad competente en cuestiones morales. Fueron conducidos a un lugar apartado de su mundo, donde la conexión con la realidad se perdió por completo. En aquellas celdas separados por las rejas, se observaban el uno al otro, sin entender cómo habían podido llegar hasta allí, ni cual había sido su culpa en una sociedad en la que todo el mundo vivía la libertad de lo que a cada uno se le antojaba. La doble moral de un “dios” que precisaba el sacrificio justificador de tanto libertinaje encubierto les había hecho crear una especie de inquisición, para muy de tarde en tarde culpabilizar a algún estúpido escogido por azar para pagar por los pecados del resto de la sociedad, y poder así perpetuar su modo de vida, cumplimentando a quién habían hecho su “dios” con unos cuantos cautivos que pagarían con sus vidas el pecado en el que vivían.

Habían perdido la noción del tiempo en aquellas celdas, esperando un juicio que nunca llegaba, cuando un tercer inculpado llegó para compartir la celda de él.  Era un muchacho muy joven con un cuerpo escultural, unos músculos brillantes, y un rostro realmente bello. Pudieron admirar con calma la enorme belleza de su cuerpo ya que llegó completamente desposeído de su ropa. Se les prohibió hablar entre ellos, así es que lo poco que pudieron comunicarse fue por señas, indicaciones con las miradas.

Llegaron a empatizar con su desconocida historia simplemente por cómo se comportaba, era amable con él, y con ella. Y para sorpresa de ambos su sexo no paraba de sorprendernos erectándose constantemente. Era maravilloso ver como se masturbaba con esa naturalidad ante ellos, y disfrutaba plenamente de cada una de sus masturbaciones. Obsequiaba su vista con todo tipo de caricias sobre su persona. Lograba excitarles a ambos, era consciente de ello y sonreía picaronamente mientras se excitaba más aún con el fingido recato. Sus eyaculaciones eran tan fuentes que disparaban muy arriba esa lefa que provenía de su inmenso y viril prepucio. Sin duda si no hubiera habido separaciones entre las celdas, aquello habría terminado en algún momento por convertirse en un trío convulso y pleno de satisfacciones para todos. Sísife estaba comenzando a perder su recato, ya comenzaba a acariciar su clítoris cuando él se masturbaba y su amante se erectaba también. Todo sucedía sin que nada indicara que la proximidad  del juicio que estaban esperando se acercara.
Pero así fue, un buen día se abrió la puerta y aquel carcelero con sus llaves, entró en la celda de ella y se la llevó, mientras se alejaba por el pasillo el derramó algunas lágrimas.

El carcelero y Sísife entraron en una sala donde seres deformes reían y bebían algo extraño en copas de metal, le recordaron alguna escena de películas de la edad media. El esplendor y las joyas que les adornaban, no evidenciaron la falta de educación con la que de repente se comportaron. Todos se levantaron para tocarla… Unos apretaban sus nalgas, otros susurraban a su oído auténticas burradas, uno pellizcó sus pezones hasta hacerla gritar, y una vez escuchó su grito, lamió uno de sus pezones expresando de viva voz, cuanto le gustaba.

Tomaron asiento de espaldas a ella, gritaron, y discutieron largo rato, no podía entenderles, ni escuchaba de los que estaban hablando, entre los gritos, las risas, la música tan alta… Cuando se hizo el silencio, todos apoyaron sus manos en el hombro del que le había chupado el pezón. y desparecieron de la sala. El volvió su asiendo para quedarse allí muy quieto mientras sus ojos la desnudaban.

El jurado, dijo ha dictado sentencia, ahora está todo en mis manos.

Ella no podía entender cuál sería el siguiente paso, pues nada se le había comunicado acerca de la decisión.

El era enormemente alto, sus dimensiones eran poco humanas, parecía más un animal que una persona. Su cintura era muy estrecha pero su cuello y su espalda, brazos y piernas eran inmensamente musculadas. Tenía el pelo largo, una rojiza barba, encorvadas cejas, en una de ellas había una cicatriz que la cortaba a la mitad. Recordaba a los antiguos gladiadores de Roma, o a una estatua. Enrolló el pergamino que todos habían firmado, que estaba aun sobre la mesa en medio de las copas que todos habían dejado y se lo entregó para que lo leyera, con un gesto amable, volvió a sentarse, mientras la observaba.

Leyó atentamente todos los puntos que contenía aquel pergamino sin salir de su asombro, eran las condiciones para poder recuperar la libertad, no sólo la suya sino la de su amante. 

Lo que a cambio se le pedía no era gran cosa, después de todo lo que había vivido últimamente atender a los deseos de aquel gigante no iba a ser nada que no hubiera hecho antes.

Cuando terminó de leer el pergamino, le miró fijamente. Y le preguntó cuál era su decisión al respecto. No había muchas dudas la verdad, o cumplir con lo que allí se pedía como esclava del gigante o ambos ella y su amante morirían de una forma cruenta y dolorosa a la moda de la edad media. Parece que se habían quedado anclados en aquella época.

Bien, le dijo el gigante, estoy esperando tus palabras

Asintió sin dudarlo, estuvo de acuerdo con la sentencia.

Ummmm … fue todo lo que oyó por respuesta… Desnúdate muy despacio querida quiero ver ante mí la belleza que tu amante ha disfrutado.

Mientras, él la miraba.

Desde ese momento el también comenzó a desnudarse, allí sentado, tocaba su enorme miembro, que habría asustado hasta a un caballo, hasta conseguir una erección. Sus propios gemidos acompasados mientras la observaba con sus enormes ojos y ese brillo rojizo que hacía que el marrón ardiera. Su lengua que relamió sus labios con avidez, mientras su saliva caía sobre el pecho peludo sobre el que sobresalían picudos sus pezones erectos también…

El último recuerdo que tuvo fue cuando el se levantó de su asiento, y caminando hacia ella con pasos muy largos se aproximó a su hombro y susurró algo en su oído. Lo que sucedió después quedó como una zona en blanco de su memoria, no sabía si su propio subconsciente lo habría borrado, pero el caso es que nada logró recordar de lo que sucedió.

Milagrosamente olvidado todo, se encontró de la mano del carcelero encaminándose a la celda de Hipófanes. Su compañero ya no se encontraba en la celda, estaba solo, la miró sorprendido, su aparición allí era algo que desde luego no esperaba.

El carcelero abrió la puerta y el salió, iba a intentar hablar pero el carcelero tapó su boca con esa enorme mano. Sin palabras les condujo por un laberinto de pasillos abovedados, semioscuros hasta casi agotarlos tanto cambio de dirección y de caminar tanto. Al final en una sala que parecía algo más iluminada había una celda custodiada por dos enormes figuras gigantes, supongo que también carceleros, en el suelo de la celda, aunque muy de pasada, pues el carcelero que les acompañaba les llevaba a empujones intentando que acelerasen su paso, vieron a su compañero de celda. Parecía inerte, no adivinaron si aun estaba vivo, no había un centímetro de su cuerpo que no tuviera una herida sangrante, aunque no parecían graves, si eran muy desagradables. Su cabeza era una gran pieza metálica que se asemejaba a un tótem, tan sólo se vislumbraba a través de una rejilla su boca. Sus atributos estaban cubiertos con una especie de cinturón de castidad de cuero y metal parecido a los que se usan para impedir que su miembro se erectara. 

Otro empujón del carcelero les hizo salir de la sala a prisa, llegaron al final de otro pasillo que parecía iluminado en color rojo, desde el que salía una escalera que ascendía  por un tubo desde el que sólo se veía oscuridad y leves reflejos que llegaban del rojo intenso de la sala. El carcelero les mandó subir, su amante subió primero para ir abriendo el camino. El carcelero gritó que subieran rápido que el tiempo apremiaba, que no dejaran de ascender pasara lo que pasara y veran lo que vieran. Comenzaron a subir rápidamente hasta que muy  pronto perdieron de vista al carcelero.

En el ascenso tan rápido como pudieron sólo distinguían que la superficie del suelo era redondeado, tanto que en algunas zonas resbalaban, pero siguieron ascendiendo, el tubo se estrechaba cada vez más y más, apenas cabían sus cuerpos, pero no dejaron de escalar… Estuvieron largo tiempo subiendo, agotados  vieron finalmente cómo una leve luz penetraba desde el fondo del túnel…  Con su reflejo comprobaron aterrorizados, que el suelo de la escalera por la que subían no era otra cosa que calaveras petrificadas incrustadas en un barro rojizo… Con angustia alcanzaron aquellos metros finales, cuando la luz se hizo insoportable salieron a un agujero en el suelo de un césped que había sido destapado, una pesada reja de hierro reposaba en suelo a uno de los lados. Salieron  sin saber dónde se encontraban y sin mirar atrás, corrieron sin parar hasta que el murmullo de gente les reconfortó, estaban de vuelta  en su mundo, no sabían en que ciudad, ni en que parque, pero habían sido liberados.

Siempre les carcomió la incertidumbre de lo que habría pasado con aquel gigante para que les concediera la liberación, pero nunca  logró recordarlo. Acordaron no volver a encontrarse nunca más, borrarlo todo como si nunca hubiese pasado.

Ella estaba segura de que salir de allí había sido un premio lo suficientemente grande como para no volver a repetirlo.

Desde que salió de allí hizo un acto de redención y olvidó su pasado. Volvió a su vida sin complicarse más con historias ajenas, Se convenció de que su vida era lo más importante y que cualquier cosa que la pusiera en peligro debía ser apartada de inmediato.

A medida que iban pasando el tiempo sintió cómo la madurez se aceleraba y le había cambiado, la había vuelto una mujer fuerte ante cualquier situación pero muy débil físicamente desde que saliera de aquella cueva. Su salud se había resentido.

Lamentablemente sus estados de somnolencia están convirtiendo su  forma de vida en algo mucho más relajado. Ha acudido a los médicos para que pudieran ayudarle a no dormir tanto, pero después de mirarle unos cuantos especialistas han decidido que forma parte de sus propios biorritmos ese cambio, y que debe adaptarse a él con la mayor naturalidad posible, al fin y al cabo si me sirven para relajarla nada ven que pueda ser nocivo en dormir un rato, incluso en hacer varias siestas cortas a diario.

Por eso cada vez que comienza a sentir ese sopor se ve obligada a  recostarse en el sofá o en la cama para dormir un rato. Tal y como su organismo pide a gritos, simplemente lo hace.

Lo único que viene a su mente cada vez que comienza  a quedarse dormida es el brillo rojizo de los ojos de aquel gigante.

@carlaestasola
Madrid a 18 de Febrero de 2017 a las 15:03


jueves, 9 de febrero de 2017

Llamadas











Adoraba aquella voz de bobito pasmado,
que traslucía el nerviosismo de lo deseado.

Entrecortada y feliz, como la de un niño
al oír música por primera vez.

Elogiando mis notas 
con cada uno de sus silencios,
admirando cada inflexión...

Esperando que se produjera
ese espacio cada día
donde encontrarnos,
entre las ondas 
de un mar de sonrisas
gestuales sin sonidos
tras el sonido
de nuestras voces

@carlaestasola

Madrid 9 de Febrero 2017 a las 00:32











martes, 24 de enero de 2017

Fechas olvidadas





Amaneció con una certeza:
algún día él la olvidaría.

Ni siquiera recordaría las fechas señaladas.
Ningún recuerdo había dejado.
Tan sólo la lluvia se quedó
para hacerle  compañía.

Días que no son ya importantes.
Ni siquiera para ella,
pues perdieron
el aroma  y la esperanza
que proporcionan unos gramos de locura
perdidos,
ajados,
tirados..

Un año más perdida ya la cuenta
de tantos,
hasta aquel que dio sentido
a la esperanza
muerta,
incinerada,
y enterrada

Entre tantas otras

@carlaestasola



jueves, 19 de enero de 2017

"Señora"




Desde que su mente alcanzaba a recordar, su vida había resultado una sucesión de hechos sin altos ni bajos. Todo era equilibrio medianamente compensado. Cuando ocurría algo bueno, casi inmediatamente le sucedía algo malo y así sucedía ese constante devenir combinado a dos tragos, uno dulce, otro amargo.

Nada de lo acontecido tenía un especial significado, el hastío de lo cotidiano era más de lo mismo a cada paso, se aburría, le faltaban ganas, se acercaba a esa edad de las "invisibles", y eso le preocupaba. ¿Que son las invisibles?, seguramente te estarás preguntando.

Fácil de comprender, aunque casi se sobreentiende. Todo ser humano tiene un período de captación de miradas, charlas, sonrisas más o menos largo, más o menos duradero, más o menos aciago. ¡Dónde se sitúan principio y fin? es francamente impredecible, y de forma personalizada cada individuo lo acepta o siente de una manera determinada, diferente y más o menos traumática.  

Para ser alguien que siempre atrajo miradas, elogios sobre su belleza más o menos mesurados, sin embargo, llevaba un largo espacio de tiempo en el que todo eso había ido en declive, tan poco a poco, gradualmente que apenas lo había notado. Eso si, cada vez eran menos las sonrisas, los halagos, esas miradas que sabemos que están ahí, aunque no miramos...

Aquel día algo iba a colapsar su pequeño funcionamiento mecánico. Le cayó como un trueno aquella primera vez. 

Alguien más o menos de su edad se levantó en el metro para cederle su asiento: "Por favor señora..." mientras ella perpleja miraba a su alrededor buscando a la "señora" en cuestión, sin caer en la cuenta de se refería a ella, esa mujer.

"¿Señora?" o sea que había pasado de la noche a la mañana a ser señora y ni siquiera se había enterado! ... Cuerno quemado, esto huele a cuerno quemado se dijo para sus adentros.  Por supuesto denegó tal deferencia, con la excusa de que se apeaba en la siguiente estación, para no ser maleducada. 

Fue esa la señal que hizo saltar todas sus alarmas... "Señora"...Ufffff! Argggg! que mal suena eso! no me gusta nada...

@carlaestasola
En Madid, un mes después vuelvo a escribir... 

P.D:: Mis disculpas a todos los que siguen este blog, por el largo período de letargo pero a veces la vida no da treguas, y hay que tomarla como viene. Espero no defraudar y poder seguir escribiendo más a menudo, es después de adelgazar mi segunda promesa para este nuevo año.

Cómo no os regalo el tema, para no variar...



sábado, 10 de septiembre de 2016

Mi querido amigo Jero





Mi querido amigo Jero,

Mis disculpas por hacer esta misiva visible a los ojos de otros muchos, pero es que no me veo capaz de andar respondiendo uno por uno a los dos o tres a quienes debería, Espero que me perdones por ello.

Por favor no te preocupes por mí. Ya me conoces bien, sabes que preciso este oxígeno puro de vez en cuando, desintoxicarme de toda esa mentira de la que encuentra en las redes. La vida es lo que me importa más, por eso algunas veces pego un puñetazo sobre la mesa, me rebelo. Y vuelvo a pensar que no tiene sentido. Me dura poco, la hiel tiene que buscar una vía de salida y afortunada o desafortunadamente todos saben que habrá una vuelta. 

Yo tan sólo aspiro el aire que me aleje un poco más cada vez, quizás un día sea para siempre, aunque nunca se cuando tendré la valentía suficiente como para ingerir mi propia hiel sin herir a los que me quieren, de una forma más liviana, sin explotar de repente. Poco probable, lo sé, pero aun aspiro a mejorar algún día... A seguir aprendiendo a ser persona de esas que dejan huella aunque sólo sea con los de cerca, todo un triunfo seria sólo eso. Lo sabemos, nadie es profeta en su tierra.

Muchas veces me han aconsejado no descarnarme en directo, que si se ríen, que si se alegran tus enemigos, que si no debes… Pero ya sabes, dame un consejo y haré lo posible por no obedecerlo, hasta tal punto llega mi convicción de que siempre debe uno equivocarse por sí mismo, y que los demás, harían muy bien en arreglar sus vidas primero, antes de fijarse en la de el de al lado. La vida nos llama, pero no la escuchamos, nos pilla demasiado ocupados viendo las pajas ajenas… Uiss se me fue, quería decir las pajas en los ojos ajenos, naturalmente. Jeje!

No está bien que os recuerden que nadie es perfecto, yo tampoco, yo menos.

Las mil veces te abrazo, te recuerdo que irme no es ni mucho menos olvidarte, olvidaros, que os añoro mucho más de lo que podríais llegar a imaginar, a comprender. Pero mi irreverencia y rebeldía se ponen de pie con ciertas traiciones que nunca llegaré a entender.

Porqués algunos escuchan a quienes no saben de qué van, y les dan el valor que nunca dieron a quienes tuvieron a una palabra de distancia. Cada día es más pesada la carga, cada día más los detractores sin conocimiento y con la razón nublada por la mentira. 

Intento no odiarles por ello, y ese es el más duro de los aprendizajes, no malquerer a los que te hieren, duro en especial para alguien que nunca creyó en las hegemonías ni deidades de ningún sector. Difícil para quien no soporta la incongruencia. Muy difícil para quien no sabe vivir sin dialogo, y abriéndose en canal aun en los peores momentos. 

Eso que muchos cubren de hipocresía, esa misma que me hace salir de sus círculos. 

Presumir de lo que no se es, la bandera de la comprensión es la peor de las mentiras de este mundillo. Las otras son pecadillos veniales en comparación con semejante tortura.

Estoy aquí, sabes que puedes contar conmigo, hablar cuando lo precises, pocos tienen esa condición, pero tu cuentas con ella por encima de lo racional. Porque tú eres una de esas almas que siempre dicen y actúan a corazón abierto. Doy gracias a la vida por tenerte cerca siempre.

Gracias por ser sin reserva alguna tú, conmigo. Gracias por dejarme ser, yo, contigo.


Mi abrazo hasta que no puedas respirar.

Carla

@carlaestasola
Extremadura, 10/09/2016 a las 15:49







sábado, 18 de junio de 2016

Perdón por tantas cosas









Perdón por los besos
quizás no supe atraer tu pasión con esa ingenuidad
y el temblor de unos labios que se sorprenden,
después de tanto tiempo, de nuevo deseados.

Perdón por los abrazos
por no saber transmitir todo el calor
que ardía en un cuerpo inerte,
por no estar acostumbrado a la ternura de unos brazos.

Perdón por las caricias
de unas manos tan pequeñas
que apenas cubrieron unos centímetros de piel
sin nunca abarcar tanto como quisieron,
cuando caminaban tu cuerpo
harto de tantas diferentes.
Hastiado de prolíficas formas
arañadas por un catálogo completo de colores de uñas de mil colores

Perdón por los poemas,
que promovió tu cuerpo sobre el mío,
debajo, encima, en paralelo, en perpendicular,
en tantas posturas como definía el antiguo tratado.

Perdón por los arañazos que en los instantes álgidos
se clavaron en tu espalda 
dejando un rastro rojo a su paso

Perdón por los poemas que bailaron la danza del apareamiento,
junto a las mariposas de mi estómago, 
muy pegados

Perdón por la saliva,
que regó tus poros torpemente,
mientras florecían caricias nuevas.

Perdón por el recuerdo que aun se me escapa,
cuando suspiro
y me encuentra concentrada en el tacto de unas manos
que ya son parte de mi cerebro

No presumas que no, que ya no eres tu,
es ese que creó mi recuerdo,
con la mezcla de hechos reales y soñados.

Que no, que ya no eres tu,
que ya es sólo el brote de un poema
de vez en cuando.

Carla
@carlaestasola
En Madrid a 18/06/16 a las 22:49

Poema basado en el tema de Andrés Suárez:
“Perdón por los bailes” …Y si te quieres venir tráete una copa de vino!





domingo, 15 de mayo de 2016

No tiene sentido









Fue en ese instante en el que decidimos empuñar las armas.
Cargar la munición pesada,
recurrir a lo más negro de nuestro interior,
rebuscar en la basura,
escudriñar cada rincón de lo que fue casa.
Imaginario hogar en el que el fuego habría
sido suficiente para fundir los hierros que nos encerraban.

Supimos más del fuego que el mismo Demonio,
combustión del pasado reciclando vida,
la vida ardiendo en nuestras llamas.
Pero llegó la lluvia,
aunque siempre la hubiéramos esperado,
pudimos mantenerla a distancia un tiempo.

Y llovió.
Llovió  incesantemente…
El agua inundó la fundición que nos mantenía vivos
Dejamos abierta la compuerta al desengaño,
poco a poco nos cubrió los pies de fango.
Y fue subiendo en intensidad de flujo,
despacio pero apagando cada rescoldo que encendiese llamas.

Llegándonos al cuello intentamos respirar,
en aquella avalancha de mar embravecido,
pero nos cubrió finalmente hasta ahogarnos.

Nos agarramos a tablas ardiendo,
Intentando mantener la cordura a salvo.
Pero el flujo había aumentado tanto
 que nos arrastraba  por canales opuestos
nos alejaba rápidamente en sentido contrario.

Aun así intentábamos respirar,
mantener la cabeza fuera del agua,
pero nos aterrorizaba que en semejante oscuridad
nos atacara alguna alimaña.
Ajenos a la realidad de nuestro propio bestiario liberado.

Por eso cerramos las bocas,
nos hundimos entre los intentos
por agarrarnos a cualquier criatura o cosa
que rozara nuestra piel.

Y conseguimos salvarnos finalmente,
pero dejamos las uñas, los puños y las piernas,
el cuerpo, la piel, los ojos y la inocencia en los intentos.

Cada cual por su lado,
nos culpamos mutuamente de no seguir respirando.

En esta inmensidad inerte después del naufragio,
sabemos, que ya nunca volveremos a encontrarnos.

Entre los barrotes de nuestras celdas,
ya no nos miramos.

Heridos, maltrechos,  hundidos, sangrando,
sólo queda rencor, odio, y ganas de destrozarnos.

Alguna vez desfallecemos sin embargo,
Intentamos acercarnos,
pero los restos del naufragio vuelven a golpearnos.

Ya es más necesidad que otra cosa,
acabar de una santa vez con esta guerra fría,
antes que congele el pasado.

El fuego  no puede recuperarse cuando todo está mojado,
y para qué todo este sinsentido de querer recuperarnos.
Si ya nada queda el agua se lo ha llevado.

Esa tormenta que un día nos unió,
también destruyó cuanto fuimos a su paso.

Si no tiene sentido intentar de nuevo seguir flotando,
seamos entonces cementerio de barcos,

Al menos el agua nos acompañará en esta muerte
de tesoros enterrados,
plácida y suave nos acariciará eternamente,
estatuas de espaldas, ya sin miramos.

Ciclo de agua y cementerio de barcos.

Carla


@carlaestasola     En Madrid a 14/05/2016   a las 11:50