Yo nunca lo haré porque soy
cobarde
pero me gustaría decirte alguna vez,
para que así lo supieras
lo hermoso que escribes,
llenando todos mis huecos,
haces que me precipite hacia el lápiz
Rauda…
Perdida como un rosal de invierno
sabiendo que no, no es amor,
no te confundas,
es respeto con un poco de rabia,
envidia insana por no haberlo
escrito yo.
De no haber vivido un tiempo
para dedicarnos, respondernos de algún modo.
Y no, no soy yo quien escribe ahora
tampoco,
es mi admiración inmensa
el regalo que inaudito nace
voz de soledad inquieta.
La respuesta es inspiración, sin
más
provocada, incontenida.
En el fondo sé, sabemos
que seremos inspiración eterna,
tu dirás que mutua, y no,
es sólo tuya.
Siempre me llegan con retraso tus
palabras
ya no estoy en esa ventana tan a
menudo como antes.
Si supieras cómo alimentas mis
letras,
que sueñan con no llegarte
para que no te envanezcas.
Fuente de poema en prosa
donde imagino un bosque de hojas
de otoño,
refugio cálido y húmedo de dos
siluetas
que se fusionan al final de cada
verso.
No me llames que no iré,
no me mires, que tímida me
esconderé de tu mirada.
No me escribas, aunque intuyo que
lo harás…
Siempre desde lejos,
siempre presentemente ausente.
Te leo y mis cansados ojos
de nuevo enfermos
brotan en cascada tras la lluvia
limpiando aún más mi mirada
que siempre será fiel
a tu verbo.
Cuantas veces he pensado
tirarme por esa escalera
y no en plan suicida,
sino para agarrar las riendas
de vida, desbocada en las letras.
Y decirte, como mi querida Alejandra
Pizarnik
“No quisiste reconocerme
cuando te dije que lo que hay en mí, eras tú”
Música: