Lo he hecho si, desperdiciar una vida, me declaro culpable. De haberlo sabido, de haber nacido en la muerte y como Benjamín Button vivir hacia
atrás. Habría sido una flagrante ladrona. Habría robado los momentos de
risas, de felicidad, de placer y
regocijo. De ilusión, de ojos brillantes colmados de
lágrimas de alegría. De sensaciones intensamente
placenteras, de ojos de cerrados intentando
guardar el momento. Seguro que ahora, tendría de dónde
alimentar tantas horas perdidas, aislada, confinada, sola. Ese catálogo ha sido para mí la no
poesía, esa que siempre intento aunque siempre me gana la prosa irregular e irreverente de una ansiedad anciana. Siempre me habría gustado ser la poeta del Antonio Machado, maestro de lo natural y la
reflexión, cuyos versos surgían como el agua
de su Duero, amado por él. Suaves, pero con profundos, calmos e inteligentes cultos y aparentemente simples. Ojalá poder emular al Maestro, más fue único. Esta aprendiz insulsa tan sólo alcanza una vista corta, poco más allá de su nariz y no fluye sino expulsa, no levita, sino cae en picado, estrellándose una y otra vez contra las letras. Ojalá haber sido ladrona, haber guardado en la alacena las mejores confituras para ahora simplemente deleitarlas, comedidamente, a pequeñas cucharadas para henchir este alma amarga.
@carlaestasola
Música: Schubert - Sonata para piano D.960 - Richter studio
En estos momentos me pregunto si alguna vez volveremos a llevar una vida exactamente igual a la que llevábamos justo antes de esta maldita pandemia.
Recorrer Madrid se ha convertido en un paseo de dolor, para poneros un ejemplo que ilustre la sensación que padecemos en esta ciudad, incomprendida por la gran mayoría que no vivís aquí permanentemente, ya que tan sólo pasáis unos días en el mejor de los casos para venir de compras oa pasar un fin de semana cultural, os diré que la sensación que tenemos los que habitamos esta ciudad capital es que nos han roto la rutina, y precisamente allá donde más nos duele.
Como decía, y perdonad que me vaya un segundo al tema de la falta de solidaridad que muchos han tenido para con los madrileños. Que aquí se acoge a todo el mundo, pero especialmente a los enfermos, porque aquí la concentración de hospitales permite hacer ciertas pruebas lo más rápido posible a los que son de otras provincias. Cuantos han sido operados o trasladados a Madrid y los madrileños nunca nos hemos puesto en pie de guerra, sino que acogemos sin más a todo el que viene.
Nadie que venga de fuera podrá decir que en Madrid se le ha tratado mal. Mientras los madrileños hemos tenido que soportar que se nos ponga verdes en todas partes durante estos meses de pandemia, parecería que sólo por tratar de escapar de este horror a otras ciudades éramos los apestados que infectábamos con el mero hecho de nuestra presencia a cualquier al que huyéramos, o tan sólo a nuestras segundas residencias. Que da la impresión de que sólo se nos quiere cuando pagamos los impuestos, para todo lo demás se nos niega el derecho a vivir en nuestras casas compradas en otras regiones, no sin esfuerzo.
Aunque la gran mayoría hemos permanecido en nuestra ciudad, cayera lo que cayese sin temor pero con mucho miedo, hemos conocido al fin a nuestros vecinos. Al fin después de muchos años, sé que Rosa es mi vecina al otro lado de la calle, que tiene una hija y una nieta, que es pintora, y que todos los días nos lanzábamos besos de ventana a ventana en nuestra quedada de “las focas ”, como le llamaban los de la derecha extrema a nuestra única salida diaria durante casi tres meses. Por cierto Rosa, que cuando vuelvas de vacaciones quedaremos para tomarnos ese café con mascarillas, tal y cómo habíamos quedado. Quiero dar las gracias desde aquí a uno de esos famosos que viven en el barrio y que nos acompañaba en esos aplausos, si hasta hizo un corto para una marca en la que mostraba ese momento de confraternización tan especial que nos insuflaba vida,
¡Ea! ya me he explayado y me ha salido en encierro por los pelos, y la crispación y el agradecimiento, que para eso dicen que uno escribe, para soltar la hiel y quedarse como nuevo, aunque discrepo y creo que es para algo más, eso está por verso.
Vuelvo al tema inicial para que podáis llegar a entender cómo se nos ha roto la vida a los madrileños y quizás a algunas otras ciudades, pero yo sólo puedo hablar de ésta que es en la que habito.
He vuelto a Madrid después de unas pequeñas mini vacaciones y he vuelto huyendo, aterrorizada de la falta de compromiso y seriedad con las normas higiénicas que se establecieron para esta Nueva Realidad, y el susto a mi vuelta ha sido morrocotudo.
No sólo porque muchos locales de mi barrio tuvieran colgado el cartel de "Se Vende" o "Se Alquila" donde antes había pequeños negocios funcionando, sino porque la deflagración ha sido indescriptible, muchos de los sitios más emblemáticos de Madrid han cerrado, o al menos eso parece. Me comentan algunos, que es agosto, que no me olvide que muchos de ellos estarán sencillamente de vacaciones, pero entre estos y los que cierran, esta ciudad se ha convertido en una ciudad fantasma (ya, ya sé que muchos estaréis pensando que fantasmas ya éramos un rato antes de la pandemia los madrileños, pero esto yo no puedo evitarlo, chulapos al fin y al cabo).
Al pasar por el Café Central y ver las sillas apiladas detrás de la verja de la puerta de entrada y el cartel en la vitrina del último concierto en marzo, mi horror se hizo piel de gallina. Cuantas veces he ido a ver conciertos allí, cuantos de mis amigos músicos se ganan la vida tocando en ese local y otros tres o cuatro de la ciudad. Y me invadió la duda, si éste que era uno de los más concurridos ha cerrado, ¿qué pasará con el resto? ... pensé que era sólo una de esas excusas que se terminarían salvando con el tiempo.
Seguí andando… Quería comprar algo para leer y encaminar mis pasos a mi querida Librería de Mujeres, pero también parecía estar cerrado desde hace tiempo. Una amiga me dijo que suelen cerrar en agosto, pero no me cuadra con qué después de tres meses cerrados por el confinamiento, se hayan ido tranquilamente de vacaciones, no, espero que no se confirmen en septiembre mis sospechas, sería una gran pérdida. A posteriori he entrado en su página web y parece que al menos recuperaron el horario de tarde, pero tendré que acercarme para comprobarlo, porque el mail que intenté enviar a su web no se envía, debe ser un fallo del sistema, o mío, que en esto de la informática soy bastante negada.
En mi camino a la librería comprobé con estupor que la gran tienda de Ropa Vintage, que creo es propiedad de Ángeles Caso, en la calle de Atocha, también estaba cerrada a cal y canto. Un negocio en el que uno se siente en los años sesenta, como si el tiempo no hubo transcurrido, qué pena verlo cerrado. No soy muy de Segunda Mano, pero este local rezumaba nostalgia y aunque caro, alguna vez compré en él algún regalo. Es una pena que también haya cerrado.
Después de no poder comprar un libro, me dije, bueno ya que estoy aquí me acercaré a la calle Mayor a tomarme un café en El Riojano, un café pastelería vintage que adoro, y con un salón por el que tampoco parece haber pasado el tiempo . No me preguntéis por qué, pero siempre me han gustado las mesas de mármol blanco ligeramente jaspeado de gris, y las sillas de madera que te abrazan por la espalda como si fueran un novio en pleno estado de enamoramiento. ¡Cómo me gustaban esos novios !, que ya tampoco quedan por cierto. También estaba cerrada mi cafetería favorita, y eso si que me dolió porque era el lugar donde quedaba con mis amigos más queridos, no podría llevar a cualquiera a un lugar así, habrían pensado que soy mayor de lo que parezco, que ya es. En cualquier caso, cuantos secretos he contado en ese salón, y cuantos me han sido desvelados,
Y deshecha en desazón, con una pena que me bajó la temperatura en sangre, aun sin tener la Covid19, a pesar del calor estrepitoso del horrible agosto en Madrid, me vine para mi casa, con la mascarilla llena de aspavientos escondidos, gracias al cielo no visibles para el resto del personal.
No se si este relato que parece de terror, lleno de locales cerrados en pleno centro de Madrid, lleno de lágrimas tragadas os hará sentir la misma frustración que tuve yo… Ya sé, que son cosas insignificantes, locales que frecuentaba, sitios con muchos años de solera que me faltan. Pero si tengo que aprender a vivir sin ellos definitivamente, ya os digo que me va costar, y mucho.
Puedo aprender a vivir sin turismo, sin gente que no me permite ni caminar, sin calles llenas, sin ruidos que me levantan dolor de cabeza, puedo, sí, lo siento por los hosteleros, restauradores y locales de ocio, que apenas uso. Pero sin estos pequeños alicientes que me daba la vida, si no hay más remedio que aprender, tendré que hacerlo, pero ya os digo que me va a faltar papel para contaros cuánto les echo, les echaré de menos.
Y ahora llamadme loca, pero sueño con la vuelta a ese café, a esa librería, a escuchar música mientras tomas una cerveza en ese local de jazz, a pasear entre ropas vintage con una Vespa verde claro expuesta contenplándome. Sin eso no, no puedo.
@carlaestasola
La nostalgia será perpetua si ellos no vuelven.
Música: The Style Council con la voz de Tracy Thorn - The Paris Match.
Guardé como los niños que esconden objetos incomprensibles en cajas hechas con papel de periódico, dobladas con papiroflexia para ser encontradas en algún futuro incierto Guardé sus ojos en un mar inmenso de lágrimas secas donde las miradas quedaron congeladas desacompasadas al unísono, una húmeda, la otra seca para rememorarlas al albor de cualquier tormenta Guardé sus manos en un acertijo infinito del que he olvidado la solución Guardé, yo siempre guardo, aguardo, calma, sosegadamente…
Por lo general los tíos sois muy inocentes y
caéis en las redes de mujeres que son expertas en la conquista, digámoslo así,
esas mujeres suelen estar rodeadas de un reguero de machos cabríos que les han
hablado previamente y éstos a su vez han estado por ahí tonteando con otras y
esas otras a su vez tienen reservadas venganzas extrañas y oscuras. Pero claro
todo parece muy fácil cuando en realidad es una trama siniestra. Por eso
mientras vayas a lo tuyo en las redes y pases de "amores" y
"pasiones de gavilanes" todo irá más o menos bien, te puedes
encontrar algún loco porque de eso nadie estamos libres, pero con bloquearlo ya
se termina la historia. Éstos otros entramados absurdos e incomprensibles para
seres normales, están ahí al acecho y surgen cuando menos te lo esperas. Por
eso cuando figuras con tu nombre y apellidos, y utilizas tu cuenta como parte
de tu trabajo no puedes interconectar con ese lado oscuro de las redes, puede
resultar muy peligroso. Y pocos salen indemnes. Llevo años por aquí y
naturalmente he sufrido ataques, pero hay algo que tuve siempre muy claro, en esta
cuenta no podía utilizar ni mi nombre real, ni mi imagen. Dar pistas de dónde
vives o interrelacionarte con conocidos o amigos de tu vida real. Lo virtual
debe quedarse siempre en eso, virtual.
Con tan sólo los dedos de una mano puedo contar
los amigos hechos por aquí que conocen mi nombre, y saben quién soy y han
tenido que pasar años de hablar y hablar para que esto ocurriera, y aun así,
con todos estos filtros alguna vez me equivoqué y di cabida a quien no debía,
pero tuve más o menos suerte, todo quedó en la virtualidad. Alguien utilizó
información personal y la publicó y tuve que denunciar, porque eso es un
delito. Desde entonces ningún filtro es suficiente, y nada pasa a mi vida real.
Es muy triste, pero es así.
Durante unos años mantuve dos cuentas, esta y
una con mi nombre real que formaba parte de mi trabajo, pero cuando llegaron
hasta allí, ya nada volvió a ser igual, y tuve que deshacerme de mi cuenta
personal, nada está vinculado ahora, y las dos vidas se han separado por
completo. Carla ya no tiene ningún aliciente para mí, aunque la conservo ya que
en su día la vinculé a mi blog, ese en el que escribo mis tonterías, nada
serio, soy mala escritora ya lo sé, pero de vez en cuando la escritura en ese
blog me saca de la rutina diaria y es algo a lo que aún no estoy dispuesta a
renunciar.
Imagina hasta qué punto llega la cosa, que hace
dos años publiqué un relato en un libro por una causa solidaria y todos mis
compañeros del libro no entendían el por qué era la única que publicó con
pseudónimo. Por eso me apena mucho la situación en la que te encuentras y
quiero que sepas que, si en algo te puedo echar una mano, conozco bien cómo
funcionan esas mafias y quizás podría hacer algo al respecto, pero tendría para
ello que saber demasiado y no quiero importunarte ni que pienses que pretendo
información. Nada me importaría si fuera cualquier otra persona, y esto sólo me
preocupa porque es a ti a quién le ocurre.
Poner tierra de por medio es la mejor de las
soluciones. Y si su curiosidad es mayor usa una cuenta con un nick falso podrás
ver que pasa mientras tú no estás, pero siempre desde lejos. No te pongas nunca
en contacto con nadie anterior con esa cuenta, y no hables con personas con las
que has hablado, solo vigila y observa, verás como todo cobra sentido. Pero si
decides no hacerlo y olvidarte de esto, también lo comprenderé, uno no queda
con ganas de más después de una experiencia semejante, yo lo sé bien.
Manuel, no estás sólo, se cómo te sientes, y
procura resarcirte en tu vida real, disfruta tanto como puedas, pero siempre
preserva tu información, es lo más valioso que posees, y es lo único que pueden
usar para hacerte daño.
Un abrazo muy fuerte y aquí tienes una amiga,
no soy ninguna otra cosa más, sólo una amiga.
@carlanotepases
Ya lo siento. A los amigos que se fueron de las redes.
Imagen: Artista: Profesor Morteza Katuzian | Galería de Arte Islámico y Fotografía
Sus enormes ojeras, profundas como un abismo no dejaban ver sus ojos eran trincheras para esconderse del mundo y el alborotomos
dos o tres veces lo cierto es que me asustaba y sin embargo un imán me arrastraba a su vacío
Gritaba desesperanza, exigía piel para desgarrarla condición sine qua non el permiso a su ventana
Varias veces lo dejé por imposible hasta terminar por olvidarme traté sin embargo siempre de insuflar un gramo de ternura en su desasosiego inhumano
Sus imágenes siguen ahí, nadie las ha borrado, bajo esas trincheras aparentemente inertes se disparaba su visión
Había color, escenas cotidianas calles de una sevilla en escenarios que nadie nunca ha captado
Hoy lo entendí todo de golpe como una enorme bofetada. Alguien allá por dos mil catorce se ocupó de publicar un reconocimiento en forma de esquela y yo que lo había desterrado me enteré hoy de su muerte que al parecer ocurrió poco después de las fechas en que hablamos.
Sin tener conciencia tuve la muerte a mi lado. Había hablado con un cadáver en ciernes, en sus últimos días de vida.
Hoy sé que él lo sabía era imposible disfrazarlo la amargura salvaje de su escarnio era el resultado.
Quedan sus fotografías, ese artículo en algún lado y un pesar que arranca lágrimas por no haberlo adivinado.
Lo que si me trasladó fue su terror inhumano ese querer desgarrar la ternura de un abrazo el dolor de alguien que sabía de su fin.
Déjame darte un adiós, déjame soltar el llanto en esta suerte de Petenera, que no mereciste y que yo te regalo.
Él pensó que aislarse, quedándose a solas con su dolor, le alejaba de la vida, no contó con otras formas de acercamiento. Nunca sonrió, solo ladraba su rabia evitando hasta la palabra.
Ahora respeto tu adiós, tu paciencia con ese hilo de vida esperanza que te negaste.
¿Quién supiera escribir una Petenera ?, lo intento ...
Dispara fotos que destilan colores de su Sevilla reflejos de los volantes al volver de cada esquina El morao de sus ojeras es una madrugá esquiva un tañido de guitarras por Soleá y Seguiriya
Le lloran las paredes de un patio con membrillos mientras las moscas se alejan revoloteando consentidas atraídas al olor del azahar en el Parque de María Luisa pena que rompe un lamento en pleno enero de frío
De hiel su mirada, petenera y quejío tatuados en su carne dolor y delirio la cara erguida y su mirada al frente con el orgullo de un toro en embestida.
Fue fuerte hasta el último aliento solitario y tibio nunca dejó de mirar a través de su objetivo minero con guadaña y fuego hiriendo hasta el fondo, como sonido del bordón al final de un cante jondo
Cuando las miradas rehuyen el amparo de la luz
y la oscuridad es refugio del desconsuelo,
da vueltas en el corro de la gallina ciega
anhelando el tatuaje que dibujaban los botones de su camisa
en el hueco de su descorazonado pecho
vacío de abrazos nunca dados
Las horas son perlas que ahogan su garganta
el reloj abandonado en una caja del armario
nunca dió más la sensación de ir muriendo
minuto a minuto, segundo a segundo.
El crono lo marcan sus latidos
desacelerados hasta el infinito
suficientes a duras penas,
para expirar el aliento necesario.
Después de veinte días se ha pesado
increíble mantener el peso,
incluso ha adelgazado,
el ejercicio sustituto a sus caminatas
sorprendentemente está funcionando.
Sus brazos cansados abrazan la fregona,
limpia incansable para mantener todo intacto.
Que no se cuele ni un átomo
de ese miserable asesino
y pueda infectar a los suyos.
Expuestos en trabajos "esenciales"
en este "Maldito baile de muertos!"
Banderas a media asta
contemplan el paso de nadie.
Nadie se une a este homenaje de las ciudades,
nadie físicamente. Todos de corazón,
bueno todos no, que algunos aún
creen que esto es una fiesta particular
que les hemos facilitado
con nuestro confinamiento voluntario.
La sonrisa se hace hoy vital,
es la fórmula para continuar luchando
y tenemos sólo unos minutos para contagiarnos
a las ocho, como cada día, hemos quedado.
En este madrid antiurbano,
donde nadie se conoce aún viviendo
en la puerta de al lado,
hemos puesto caras, y poco a poco nombres
a los balcones que miramos.
Nos saludamos todos,
y hasta hablamos,
de balcón a balcón
se han creado amistades que
nos insuflan ánimo.
Dicen que nos queda mucho por seguir confinados,
hoy ya hasta nos da igual,
guerreros solitarios,
en balcones separados,
que se miran a los ojos,
que sonríen en su llanto.
Ánimo mis vecinos!,
valientes obedientes,
os veo muy guapos,
no me faltéis que paso lista,
como cada día uniremos nuestras manos.
Va por ellos, por nosotros,
por todos los que luchamos.
Por el que no podré volver a ver,
jamás.
@carlaestasola
El día después del fallecimiento de Luis Eduardo Aute, ese gran poeta contemporáneo al que algún día me habría gustado parecerme, salvando las distancias, el en grande, yo en cobarde.