martes, 5 de octubre de 2021

Volcán

 


Imposible vislumbrar el paisaje
tras tanta nube de humo opacando el aire.

Conecto mi televisor para ver en directo
el tremor del volcán de Cumbres Viejas.

Ni siquiera alcanzo imaginar
lo que estos días soportan los palmeros.

Y eso que aquí, en casa,
al arrebol de mi sofá gastado
no caen cenizas volcánicas,
ni lavas incandescentes
queman mi cuarto de baño.

Imposible ponerse en vuestra piel,
por mucho que lo intentemos.

Con tres bocas que gritan al cielo,
un fuego que clama rugiendo,
ríos de rojo incandescente arrollando casas,
el olor a plátano quemado,
a hogar quemado,
a todo quemado.

Y ese humo que no cesa, incansablemente
blanco, negro, gris, tostado
que cambia de color y se impone al viento.

Hay personas volcán, pienso,
que arrasan con todo a su paso,
amor fingido,
pasión fingida,
fingiendo, al fin y al cabo.
Representaciones con tiempo limitado,
volcanes erupcionando.

Hemos imaginado alguna vez,
cómo desaparecieron los dinosaurios,
y sin embargo hoy en día,
con sólo encender la tele o la radio,
vemos o escuchamos,
surgir esa nueva isla en directo.

El mar ahora elevado,
en paralelo,
nubes blancas que flotan ladera abajo.
Lenguas de cúmulos negros que se elevan
hacia el espacio, sin ser coherente.
Una inmensa nube gris que el viento
arrastra hacia la derecha,
tiñéndose a intervalos de negro
o de blanco.

La tercera boca más abajo,
con un leve anaranjado,
escondida entre las nubes,
encendida,
viva.

Tres bocas bramando
tres bocas fundiendo vida,
las tres gritando.

Ese volcán no debería haber despertado,
y sin embargo hace ya quince días
que nos roba el silencio,
que nos roba la vida,
que nos mata los plátanos.

Esa vida que amenazada
se aferra a su tierra más que nunca.
Esa montaña que sigue rugiendo,
reclamando su espacio esquilmado.

Respira la tierra,
esa que asfixiamos,
protesta y emerge
desde su núcleo,
corazón ardiente,
sangran sus grietas…
De repente se siente culpable,
busca incansable
una orilla que calme su sed,
y absorbe el mar
en un sorbo largo.

Y crea,
lo que sólo ella es capaz de crear,
tierra en el mar, fajana
incandescente muerte,
vida que renacerá.

Sin cansancio,
inagotable,
en un ciclo que se repite,
una y otra vez,
desde hace miles de años.

Nada somos en su infinito,
gotas de polvo en su falda,
piroclastos,
impotentes a su paso.
Meros espectadores
ante el más grande espectáculo.

Miedo,
pavor,
incertidumbre,
ante un desastre anunciado.

Ella avisa,
no es traidora,
tiembla antes,
más la ignoramos.

Pasará,
seguramente,
se calmará su fuego,
removerá las conciencias.

No, nunca aprendemos.
Nunca aprendemos nada,
si antes no lloramos.




@carlaestasola

 

Imagen: Foto tomada de mi TV, #TVLAPALMA.COM

Música: Sinfonía de los Volcanes de Carlos Guzmán