Caía al vacío con el terror de
enfrentarse a lo desconocido, los
espacios ingrávidos solían provocarle una incomoda sensación de desequilibrio. Y aquel
túnel parecía no terminar nunca, por más que caminaba hacia la luz que
penetraba desde el final, las paredes no tenían fin.
Sin embargo desde allí era
incapaz de desenfocar la imagen que
veía alejarse tras ella, mientras una
fuerza inusitada empujaba su cuerpo hasta elevarlo por encima de la escena en
la que su cuerpo parecía haber quedado anclado, inmóvil … En ese instante la
curiosidad atrajo su mirada hacia el lugar que había abandonado y en el que la escena no parecía haber terminado.
Un grupo
de personas se inclinaban accionando diversos instrumentos quirúrgicos sobre un cuerpo que
querían reanimar para sacarlo de su estado de aparente letargo.
Todo indicaba representar el momento en el que se encontraba, el presente inmediato, pero no así
el espacio. Un quirófano de un hospital en el que no recordaba haber estado. Gente agitada en sus movimientos, que contrastaba con el silencio sepulcral que
reinaba, veía sus bocas moverse, sin duda estaban hablando, pero más que
escuchar adivinaba las palabras en sus labios, sin sonidos. El silencio era el único sonido perceptible.
Durante un tiempo, que ella imaginó
muy largo, comenzó a ser consciente, al fin, de lo que estaba pasando, finalmente algo había identificado. No cabía ninguna duda, era
su propio cuerpo ajeno totalmente a su presencia, como dormido, el que estaba allí tumbado, en la camilla del quirófano.
Sentir que tus árboles no filtrarán la luz, que los animales no tendrán donde cobijarse, que no habrá ramas para albergar las aves, que habrá silencios donde hubo gorjeos
Sentir que ese bebé lloraba unos segundos antes, que su Salomón transitaba en las venas de su madre, que ella tuvo la sangre fría para poder hendir su carne olvidando que fue ella misma quien le dió vida
Sentir que sus sonrisas no volverán a llenar de alegría las habitaciones en sus casas, que sus madres habrían dado cualquier cosa por no ver lo que hoy tuvieron que ver
Sentir que todo se desmorona, que los corazones asesinan lo que aman, y nuestros pasos por esta vida nos abochornarán hasta la muerte
Sentir la muerte alrededor, con la impotencia de ser sólo un espectador
A ellas, Laura y Marina y a todas las que mueren a manos de los que dicen amarlas. A todos los asesinados estos días. A mis queridos bosques calcinados de la Sierra de Gata
Me has pedido que te cuente mi
sueño, y mi excusa es que era demasiado largo, cuando en realidad lo único que
pretendía era poder hablar contigo y contártelo… Me conformaré una vez más sin
oír tu voz, me tengo que poner a escribir,
excusas de nuevo, a mi misma, soy boba.
Vamos…
Normalmente no suelo recordar mis
sueños, dicen que esto suele ocurrirle a aquellas personas que se regalan a sí
mismas la realización de sus deseos durante el día, desde ya, aprovecho para
deciros que esto es un engaño, al menos está demasiado lejos de ser mi caso.
Como os iba diciendo ese fenómeno poco frecuente, casi siempre coincide con
algún hecho que aunque no sea de manera puntual, ni exacta, al menos en algún
punto se asemeja con lo que acaece en mi vida real finalmente, a veces incluso años
después.
Recuerdo que la primera vez que fui
consciente de ello, apenas tenía ocho años. Desperté debido a las lágrimas que
caían por mis mejillas. Mi madre, que se levantaba con el sonido del vuelo de
una mosca, vino entonces corriendo a mi cuarto, nos encontramos a medio camino
y cuando me preguntó que me pasaba, le dije que había soñado que mi abuela
materna se moría.
Mi abuela que vivía a más de cuatrocientos
kilómetros de distancia, a quién sólo veía durante los veranos, mantenía tan
sólo correspondencia con mi madre, su hija. Una de sus hermanas, que vivía con
ella, llamaba de vez en cuando para darnos noticias a uno de aquellos teléfonos
fijos de hace años, cuando aun no existía toda esta parafernalia tecnológica.
Mi madre me tranquilizó para que
volviera a la cama, si algo hubiera pasado, me dijo, tu tía nos habría llamado
y no ha sido así, convenciéndome para ir a dormir de nuevo, ya que eran cerca
de las cuatro de la madrugada y al día siguiente debía ir al colegio.
Todo quedó tan en medio de una
nebulosa, que hasta yo me olvidé de mi propio sueño… Transcurrió el día de
escuela, como cualquier otro, nadie más que mi madre tenía conocimiento de mi
sueño.
Pero la mañana siguiente, a eso
de las ocho, cuando nos levantábamos para ir al colegio, sonó el teléfono en
casa… Era mi tía, le pedía a mi madre que se pusiera en camino porque mi abuela
estaba muy enferma. Lo que entonces no nos dijeron, ni a ella ni a mí, es que ya
había fallecido a eso de las cuatro de mañana.
Conexión, premonición,
adivinanza, ¿qué se yo? , lo que sí sé es que fue la primera vez que fui consciente
de ello.
Y ya, si lo sé bien, muchos estaréis
llamándome loca, pero no voy a sorprenderme por eso, me lo han llamado tantas
veces, da igual la causa, que no me tiene ya ningún efecto, hasta sonrío
sarcásticamente cuando lo hacen, y eso enerva, lo sé…
Todo esto una mera introducción,
y sin motivo o justificación aparente, o si, ¿quién lo sabe? …
Anoche de madrugada volví a
sentir esa sensación fría en mis mejillas que me despertaba, de nuevo lágrimas
si, en ese estado de duermevela pude revivir lo que acababa de soñar con la
suficiente claridad como para poder contarlo…
Ahí estaba él, bueno más bien
estábamos los dos, era una especie de cafetería, creo, o un salón, no recuerdo
de manera precisa el decorado, sólo recuerdo que estábamos sentados en sendos
sillones individuales, y él no quería mirarme a los ojos… Adivinaba por su
rictus que algo grave sucedía y aunque podía adivinar sus palabras, necesitaba
que fuera él quien las pronunciase. Recuerdo que intentaste tomar mi mano,
pero instintivamente la retiré de tu alcance, me recosté en el sofá para que mi
cuerpo no soportara el peso que yo sabía iba a hacerlo caer más tarde o más
temprano como un fardo, contra el respaldo…
Rompiste de nuevo el silencio, y
pronunciaste dos frases que dolieron más que un disparo, raramente no salía
sonido alguno de tus labios, pero resonaron en mi mente como si nos
comunicáramos telepáticamente.
-“Carla tu sabes que las cosas no
estaban yendo muy bien últimamente… Y no sabes cómo lo siento, pero debo ser
sincero contigo. He conocido a alguien…”
No me preguntes porqué, ya lo
sabía, pero así era. Sin embargo cuando mi mente las captó, se produjo un
cortocircuito, todo colapsó. Sabía que no podría haber sido de otra manera, y
que aunque una parte de mi iba a morir contigo, el resto del cadáver me tocaría
soportarlo a mi sola. Arrastrarlo a diario no iba a resultar fácil, cada vez
mas pesado ese saco de decepción, es una losa que casi me aprisiona pero no me
queda más remedio que seguir cargándolo.
Las cosas bellas no duran mucho
tiempo me habían dicho siempre, y yo ingenua, pretendí ser más lista, llegar
más lejos, engañar al destino, para retenerte un poco más conmigo. Exprimir cada segundo, aunque se fueran
distanciando en el tiempo, soportar tu falta de ganas, tus excusas, comenzaba a
asfixiarme, demasiada presión en un pecho que cada vez aguanta menos dolor. Sin
darme cuenta de que cada vez estábamos más lejos, de que todo tiene un final,
pero sobre todo de que hay un lugar en el que nunca te irás, aunque no lo
sepas, seguirás en mis escritos, mientras sigas en mis sueños, por muy lejos
que estés.
Ser un número en tu lista, no es
algo de lo que me sienta orgullosa, tampoco arrepentida, pero triste, mucho,
por no saber cómo hacer para que te quedes, de alguna manera aunque sea,
perdón, iba a mentir, no, no es cierto… Sólo quiero que te quedes de esa manera
que los dos sabemos, debo ser sincera, de esa que ya no puede ser, de esa en la
que fuimos.