domingo, 25 de octubre de 2015

Lectura vacía








Cierro las tapas de mi libro, de todos modos no consigo comprender lo que estoy leyendo, y no por su complejidad, sino por mi incapacidad de concentración… Últimamente me pasa a menudo, desde que ella falleció hay temporadas en que la cabeza simplemente no está conmigo, parece que se hubiera ido con ella, se pierde en sus propios infiernos y divagaciones sin que yo pueda hacer nada por impedirlo. La fuerza que la aleja de mi consciencia es muchísimo más fuerte, tanto que a veces, ni siquiera la siento, no está… Y se producen esas lagunas, que se pueden convertir en horas, porque campan a su libre albedrío entre los lugares en los que si querrían estar… Puedo estar pensando en varias cosas a la vez sin ser para nada consciente de la rapidez con la que mis pensamientos la invaden, resuelven y se alejan nuevamente.


Sentarse y ver las letras pasar inconexas, sin formar palabras, se suceden como en un tiovivo, lentas, se enfocan y desenfocan libremente, me pierdo en los espacios en blanco, entre los interlineados pasa media vida, y sin embargo al pasar la página, tengo que volver a la página anterior una vez más, incapaz de la asimilación de lo leído.  


Vuelvo a hacer el enorme ejercicio de fijar mis ojos en las primeras palabras, pero mi mente vuelve a divagar sin rumbo mientras mis ojos recorren las líneas sin descifrar el significado de lo que transcurre ante ellos, releer la página veinte veces sigue sin ayudarme a comprender lo que leo, nada queda retenido en mi memoria, todo desparece en el vacío, seguramente mi inconsciente conoce mucho mejor el libro que yo, seguro que lo recrea en mis sueños… Definitivamente no pueden quedar en blanco tantas horas de lectura, a algún lugar habrán ido a parar los párrafos.



Carla
26/10/2015
a la 1:45

Música: Mahler : Symphonie 4 : Poco Adagio - BPO /Karajan*
Imagen: Óleo de Martín
Llamedo

viernes, 16 de octubre de 2015

Disfrutar tanto como hubieras deseado











Y  si, debo darte la razón cuando dices que quizás no he disfrutado de ti, tanto cómo hubieras deseado.

Siempre me dejo llevar por esa inseguridad infantil, donde no merezco a quienes me aman, y por tanto ser amada, lo que dispara una  reacción en cadena que desatan todas mis relaciones.  Soy demasiado egoísta, para hacerme cargo de dos personas a la vez, por eso desequilibro todo, al ocuparme sólo del yo, y no del nosotros... Y eso no sería un gran problema si al menos recuperara en algún momento la empatía, mientras me adentro en mi propio universo… Y pierdo el hilo como casi siempre, y  recuerdo tu sonrisa,  y tus manos, tus dedos resbalando lentamente por mi  espalda, ensimismada en el recuerdo de nuestros momentos juntos,… 

Sé que igual tú ya te has olvidado de las ilusiones que se vuelven realidad, y pocos factores me llevan a pensar en que tú no lo hagas…

¿Recuerdas?, la lluvia caía incesante, jarreaba en Madrid fuera de ese secano  cansino que normalmente es, era un día diferente…

Y ahora mis ojos se cierran suavemente, me regocijo pensando en el sueño. He madrugado demasiado esta mañana, y tras el insomnio de cada noche, mis horas de descanso apenas han llegado a cuatro escasas, cada día estoy más cansada, tanto que menos me cuesta entrar en esta melancolía de lo que no volverá.

Aparcar la ilusión es duro siempre, pero aun mucho más cuando tras ella cierras una puerta, que tienes el  firme propósito de no volver a hacer ni intención de abrir nunca más, donde queda una parte de tu vida que tampoco puedes  continuar, donde te quedas tú, pero también donde me quedo yo.

Tantas veces hubo posibilidades, pero debías ser tu, y no otra persona, por las razones que fueren, ya no importa, el caso es que mi destino encajó en el tuyo unos días, de una manera inesperada, aunque totalmente alevosa, que nunca debió terminar como lo hizo. No, no me arrepiento de mi consciencia en ese instante, de tomar decisiones, de elegir libremente por una vez en mi vida hacer, exactamente lo que quería hacer. Ya hace tiempo que libraba una batalla conmigo misma,  que quería ganar sin corazas, aunque a la larga pareciera más una pérdida, sé mejor que nadie lo que he ganado.

Puede que sea en las batallas perdidas, precisamente donde más se gana. Sólo cómo ejemplo satírico la vida nos da la respuesta, el porcentaje de perdedores es siempre el mayor, porque es en ese estadío donde somos más humanos, donde nos ponemos en lugar del otro, que al fin y al cabo es de lo que se trataba esta mierda de vida, de ser humanos.

“Ahí estabas,
mirándome sonreír,
escuchándome,
pupilas inmensas,
solícito y callado…
Disfrutándonos cada segundo.
Así es como quiero recordarte
deseándome…”

Y no se si finalmente tu, pero al menos yo, he disfrutado más de lo que habría ya no imaginado, sino soñado alguna vez. Ni siquiera en mis historias habría podido crear a alguien semejante a ti... 

Si, disfrutar era eso, aunque tu no lo creas.



Carla 16/10/15  a las 19:44