domingo, 21 de noviembre de 2021

No olvido, a mi gato

 


Contemplo los peces asfixiados,
a Luna, la cisne negro del estanque.
Hoy no ha venido a alimentarla
su madre humana adoptada.

He visto banderas volando,
a los pies de un paracaidista.
Los aviones asustaron a mi gato,
refugiado tras el cabecero de mi cama,
cuando se siente asustado.
Y es que a quién no le asustan los soldados.

A lo lejos escucho Rianxeiradas,
el canto a quién no queremos que se vaya,
la cueva de los enamorados ...

Escucho palabras en francés,
en español, en hindi, en inglés,
como la banda sonora de una mañana de fiesta.

Cansada, he tomado asiento,
en el banco abandonado.
Sí, ese, al que nadie mira.

Y mientras escribo,
contemplo los arañazos en la muñeca,
dejados por mi gato.
Anoche no quería irse a dormir.

Sigo perdiendo cosas:
El paraguas,
las gafas de cerca,
los abanicos,
las llaves,
que nunca consigo recordar
donde las he dejado.

La infancia,
y los globos que se alejan despacio.
La adolescencia y los sueños de la radio.
La juventud atrapada entre mil labios.
El Norte y sus verdes,
el Sur y sus blancos.

Perdí los barcos por marearme,
y los aviones por no usarlos.
Los trenes por ser cobarde,
los coches que no conduje,
por miedo a estrellarlos.
Los escalones en que tropecé,
y hasta la vista,
perdí una vez.

Me doy cuenta de esas miradas,
soy rara, lo sé.

Nadie se sienta en un banco del Retiro,
para escribir sobre lo olvidado.
Al menos el tiempo de escribir,
no lo he perdido, sino recuperado.

Suena una primadonna desafinando,
y si escuchas en silencio,
a lo lejos, las notas de un saxo.
Mal lugar para concentrarse en la escritura,
dirán algunos, con tantos ruidos sonando.

Tendré que procurar venir
un día entre semana,
donde la tranquilidad
quizás me permita acercarme
más a lo que estoy pensando,
eso de lo que quería escribir
y que al final,
también he terminado
olvidando.


@carlaestasola




Música: JS Bach - Suite para laúd en mi mayor BWV 1006a - Evangelina Mascardi, Laúd barroco Imagen: @carlaestasola




martes, 5 de octubre de 2021

Volcán

 


Imposible vislumbrar el paisaje
tras tanta nube de humo opacando el aire.

Conecto mi televisor para ver en directo
el tremor del volcán de Cumbres Viejas.

Ni siquiera alcanzo imaginar
lo que estos días soportan los palmeros.

Y eso que aquí, en casa,
al arrebol de mi sofá gastado
no caen cenizas volcánicas,
ni lavas incandescentes
queman mi cuarto de baño.

Imposible ponerse en vuestra piel,
por mucho que lo intentemos.

Con tres bocas que gritan al cielo,
un fuego que clama rugiendo,
ríos de rojo incandescente arrollando casas,
el olor a plátano quemado,
a hogar quemado,
a todo quemado.

Y ese humo que no cesa, incansablemente
blanco, negro, gris, tostado
que cambia de color y se impone al viento.

Hay personas volcán, pienso,
que arrasan con todo a su paso,
amor fingido,
pasión fingida,
fingiendo, al fin y al cabo.
Representaciones con tiempo limitado,
volcanes erupcionando.

Hemos imaginado alguna vez,
cómo desaparecieron los dinosaurios,
y sin embargo hoy en día,
con sólo encender la tele o la radio,
vemos o escuchamos,
surgir esa nueva isla en directo.

El mar ahora elevado,
en paralelo,
nubes blancas que flotan ladera abajo.
Lenguas de cúmulos negros que se elevan
hacia el espacio, sin ser coherente.
Una inmensa nube gris que el viento
arrastra hacia la derecha,
tiñéndose a intervalos de negro
o de blanco.

La tercera boca más abajo,
con un leve anaranjado,
escondida entre las nubes,
encendida,
viva.

Tres bocas bramando
tres bocas fundiendo vida,
las tres gritando.

Ese volcán no debería haber despertado,
y sin embargo hace ya quince días
que nos roba el silencio,
que nos roba la vida,
que nos mata los plátanos.

Esa vida que amenazada
se aferra a su tierra más que nunca.
Esa montaña que sigue rugiendo,
reclamando su espacio esquilmado.

Respira la tierra,
esa que asfixiamos,
protesta y emerge
desde su núcleo,
corazón ardiente,
sangran sus grietas…
De repente se siente culpable,
busca incansable
una orilla que calme su sed,
y absorbe el mar
en un sorbo largo.

Y crea,
lo que sólo ella es capaz de crear,
tierra en el mar, fajana
incandescente muerte,
vida que renacerá.

Sin cansancio,
inagotable,
en un ciclo que se repite,
una y otra vez,
desde hace miles de años.

Nada somos en su infinito,
gotas de polvo en su falda,
piroclastos,
impotentes a su paso.
Meros espectadores
ante el más grande espectáculo.

Miedo,
pavor,
incertidumbre,
ante un desastre anunciado.

Ella avisa,
no es traidora,
tiembla antes,
más la ignoramos.

Pasará,
seguramente,
se calmará su fuego,
removerá las conciencias.

No, nunca aprendemos.
Nunca aprendemos nada,
si antes no lloramos.




@carlaestasola

 

Imagen: Foto tomada de mi TV, #TVLAPALMA.COM

Música: Sinfonía de los Volcanes de Carlos Guzmán






martes, 14 de septiembre de 2021

Lluvia

 



Llueve,
Madrid es siempre tan árida
que apenas permite respirar.
 

El viento es escaso,
su verano infinito
y el invierno, cálido.
 
Pero cuando te vas,
te la llevas clavada en la mirada,
y no puedes dejar de pensar en volver.
 
Pocos tienen el tiempo
para mirar a su cielo.
Yo lo hice alguna vez,
lo sigo haciendo,
pero sin sonreír al mirarlo.
 
Antes sin querer
disfrutaba de su luz,
ahora queriendo
y aunque su luz sigue siendo la misma
ya no desprende versos.
 
Me cuesta mirar sus calles,
antes llenas de risas,
ahora de ruidos insufribles
que resultan molestos.
 
No ha cambiado Madrid,
aunque cambia sin tregua.
Tampoco mi visión
que ahora es casi perfecta.
He cambiado yo,
que ya no me siento.
 
Hoy día gris,
gris el verso,
gris el corazón del poeta,
como ese cielo,
que hoy cubre Madrid.
 
Y sigue lloviendo.


@carlaestasola

 

Música: Stravinsky: El pájaro de fuego / Gergiev

Imagen: Madridiario.es



 


miércoles, 8 de septiembre de 2021

Giro prohibido / Poema negro


Vislumbró un reflejo,
en la distancia
todo se confunde.
Un único giro en la carretera,
equivocado,
acaba con su vida.
 
El bosque parecía solitario
pero todos esos árboles
la contemplaban.
 
Primero una herida.
tras otras mil ocultas,
invisibles.
 
Finalmente,
la aparatosa sangre,
que los carroñeros veneran.
 
Una señal equivocada,
colocada adrede,
por una mente depredadora
y todas las pinturas negras de Goya
desfilan por sus ojos,
antes de hierba.
 
Las cenizas del bosque quemado
tiñen las aguas.
Ya ni siquiera intenta
salir del coche.
 
Se encoje sobre sí misma,
ovillada,
y llora
tragando lágrimas de cieno.
 
La vida resurgirá de nuevo,
cada primavera,
pero, no para ella
 
Aguanta,
en una espera infinita,
la llegada de un auxilio que no llega,
o que llegará demasiado tarde.
 
Ya ha dejado hasta de esperar.
 
Toma de su bolso
el cuaderno de notas robado
y anota un último esbozo de poema,
que alguien leerá, o no…
 
Escribe un título: Poema negro…
 
Aunque anteriormente
había escrito otro título.
 
 
@carlaestasola


Música: Robe Iniesta "La canción más triste"
Imagen: Pinterest / livlivephotoqraphytips.com





miércoles, 25 de agosto de 2021

No soy etérea

 


A veces me quedo quieta,
fija la vista, en un punto cercano
quizás de verde hierba,
mientras un trébol
toma vida en mis universos
donde discurren
mis historias paralelas.
 
No cambio tu verde
esmeralda intenso
por el mío más apagado.


He oído de tu azul inmenso,
casi lila.
Estuve en esa montaña
naranja,
donde un día
hace más de treinta años
dejé de fumar.
 
Pero a veces,
por un minuto,
me gusta imaginar
que me interpongo
en el pequeño espacio
entre tú y tu viejo cuaderno de notas.
 
No soy etérea, lo sé,
peso demasiado para eso.
Mis pechos, sometidos sin remedio
cayeron como piedras
con el paso de los años,
atraídos por la gravedad.
 
Y grave es, sin embargo,
aún siguen esperando,
en vano, ya lo sé,
el calor de tu tacto.
 
A veces entre tus azules
y mis verdes apagados,
surge un camino
sembrado de tréboles de cuatro hojas,
florecidos de violeta,
donde la lluvia se vuelve
mar encrespado…
 
Deja de pronto mi vista,
el ensueño,
para volver a mi patio.
 

Recuperan mis latidos
su ritmo habitual,
abandonando el letargo
y de repente recuerdo,
que aún tengo que regar los geranios.

 


@carlaestasola




 


miércoles, 28 de abril de 2021

Entre la muerte y la primavera

 



Tenía ese aire desaliñadamente estudiado, de los progres de los ochenta, parecía ser una extraña mezcla entre Felipe, Alfonso y Solana, que llevado a nuestra época resultaba de lo más vintage, o anacrónico que lo mismo da. Camisa de colores claros, con leve línea de cuadros beige desdibujada, y chaleco de lana abotonado que se vislumbraba entre los laterales de su chaqueta, de un apagado color tostado, naturalmente a juego con la camisa.  De entre todas sus armas, la mejor cuidada, esa chaqueta de pana, color oscuro que finiquitaba el look, magistralmente combinada.  Por un momento me trajo a la memoria a Umbral, y a tantos otros progres de los ochenta, que, aparentando un proletariado inexistente, se movían entre la plebe con la facilidad de un pez en el agua.

Sólo había que discernir si se trataba realmente de un muchacho de los barrios obreros mirándolos a las manos, era la única referencia que me servía y me sigue sirviendo para distinguirles, sus uñas cuidadas, la suavidad impoluta de no haber rozado con aquellas manos, más que un papel como herramienta de trabajo, les delataba finalmente como los pequeño burgueses que se encontraban mejor entre otros estratos que en su propio sector acomodado.

Y no me extraña nada que allí se diviertan más. A pesar de que desconozco, y lo confieso, la vida de la alta y mediana sociedad madrileña, estoy segura de que por los bajos fondos encuentran el caldo de cultivo ideal para sus andanzas, historias del lumpen, las tabernas, las terrazas, los gatitos de jazz, incluso alguno de flamenco, que siempre se les ve por ahí paseando, a poquito que te fijes. 

De entre todos los oficios que conozco el mejor es el de escritor, claro que hay que servir, no nos engañemos que la gente hoy en día no compra cualquier cosa en una librería, que está nuestra economía rampando, después de más de un año de pandemia, que si ya estábamos mal, ahora ya no llegamos ni a comprar lo básico. Y de entre todos los escritores sin duda el trabajo de mayor rentabilidad es el de ser poeta artesano. Muchos, bueno es un decir, unos cuantos, os preguntaréis que tiene que ver una cosa con la otra. Os comento, si vas a dedicarte a la poesía, es como si fueras a dedicarte a ser torero. Vaya mal oficio, mal ejemplo me ha salido, pero sigo… Pues eso que necesitas esculpir el mejor de los perfiles, o pintar el bodegón perfecto que acompañe a tus escritos, el conjunto es siempre lo que nos acerca o aleja de un sujeto, no me cabe la menor duda. No hace falta ser guapo, ni alto, ni tener la mejor figura, basta con ser un poco en todo acompasado. La imagen que se ofrece es importante, aunque ellos te dirán que no, que son así de desaliñados, no les creas. Cada uno de los objetos que portan está cuidadosamente estudiado para mantener la atención a la lectura, es como un hilo conductor que si lo sigues te muestra el paso siguiente. Por ello, todo es de gran importancia.

La faz de cariacontecido, unas gafas al uso, otras si acaso, convenientemente guardadas en un viejo estuche, para la vista cansada, originales eso sí, siempre subrayan la mirada, o quizás lo que más merece la pena, la atención del que mira. Pero no olvidan nunca la gran consigna, su regla de oro: -nunca deben mirar a los ojos, a la cara incluso. Timidez no, para nada, es tan sólo una pericia calculada. Si tienes suerte, o algo en ti les llama, sólo una caída de pestañas medidamente oportuna para seguidamente recuperar el rictus, sin moverse de su cara seria y contrita. Casi no existen de lo etéreo, casi no respiran tu aire. Son de otro planeta, de ese dónde habitan las letras.

¡Oh escritoras, escritores y (¿?),Oh poetas, poetisas y poetises -como diría Irene-!

Sin duda tienen la palabra exacta para abrir los candados, para penetrar en los más íntimos rincones del alma de los sufrientes, porque qué es sino la palabra, una llave. Y qué es sino un sufriente, tan sólo un alma atormentada que vive en permanente estado de alerta para encontrar el alivio a sus males, la respuesta a sus interrogantes, una luz que les guíe entre la penumbra. Son, somos los escritores, el arma que dispara en medio de un safari a esa gacela que olisquea la hierba, nerviosa e ingenua. Tenemos el poder de herir o no, de matar o no, de rematar o no. Y muchos, muchas lo aprovechan. 

Era sutil su presencia, casi escondido, al acecho, no te miraba quizás para no levantar sospechas. Pero estaba ahí, omnipresente, en todas partes. Los versos empleados como su veneno, su arma certera, sabe que llegará a matar si así le apetece, más prefiere el regodeo de las almas rendidas a sus pies, alimentando su ego, que sacia como un animal en celo, aumentando el tamaño del monstruo que le habita. Y naturalmente las gacelas, sin advertir la jugada, van envenenándose de versos. Si morirán o no, a quién le importa. Si harán o no currículo, es lo de menos, porque hay que ser muy astuta para escrutar tras los escritos de un lobo, macho alfa, aunque aparentemente cordero. 

Mientras la vida sigue y la caza, ella le observa desde muy lejos, catalejo en mano, discreta donde las haya. No es que pretenda siquiera formar parte de un séquito al que desprecia, sino que como siempre lo único que busca es contar una historia, una más entre tantas.

Nadie se ha dado cuenta, pero lo que más le gusta es la prosa, que hasta cuando escribe poesía la esconde entre líneas, por eso nunca rima, su verso es libre, desacompasado, torpe quizás dirías, pero nunca falto de latido, porque se nutre de la vida misma. Sin embargo, diferente al resto de depredadores de su familia de letras, ella ya no mata. Lo decidió hace muchos años, cuando el olor de la sangre le revolvió las entrañas, por eso ahora sólo contempla, estudia y a continuación relata.

Ralentiza sus latidos, consume sus fuerzas lentamente, sabedora de que cualquier excitación es ingrata, desde que aparcó sus pasiones en una calle olvidada, cerró la puerta, cruzó aquel paso de cebra sin mirar atrás. Se acabó, ya nada despierta su instinto de caza, se ha convertido en espectadora y eso es lo único que le mantiene viva. Llega un momento en que tu propia historia se escribe sola, tan sólo tienes que dejar pasar el tiempo.

Un día de estos aprenderé que aún cuando pretendas contar una historia, al final, siempre terminas hablando de ti, desnudándote ante la cámara, pobres escritores, escritoras, (¿?), tan egocéntricos que sólo saben hablar de Ellos/Ellas/Elles (que es como ojos en inglés, pero con “Y”). Ay ojos, hojas, ojés!  -como diría Irene, otra vez-.

 Fin

 

(Inspirado en un poeta al que tuve ocasión de arrancar una lágrima, una vez)

@carlaestasola

Publicado: 4/28/21 1:01 PM

Revisado: 30/08/2023

Revisado: 16/09/2023




Música: Procol Harum - A whiter sahade of pale

Imagen: internet

 


sábado, 24 de abril de 2021

Dices que no fue feliz



Qué imposible es creer
a quién en infundios basa
su forma de proceder
 
Y puede ser que no fuera
tras lisonja tan postrera
hacer del sexo frenesí
quién no confiando en sí
se echa en brazos de cualquiera
 
Aunque sin duda cayó
como gato panza arriba
enseñando la barriga
a vivir el poeta jugó
 
Y, sin embargo, lumbreras,
seguirá siendo feliz
pues nada que no supiera
hízole tan infeliz
 
Dice el sabio que por ver
no se hace al deseo más sentido
aunque sin duda no ver
lo hizo más entretenido
 
Dices que no fue feliz
y nada más engañoso
pues límpiate bien los ojos
y no vuelvas a mentir.

Ahorra las malas artes
o ve a buscar el rastrojo,
que grano que no hace pan
no ha menester el enojo.
 
Dices que no fue feliz
y se ríe entre los versos
aún recordando los besos
que le diste, y que te dio
 
Un consejo entre los sordos
dio una mujer una vez
confiando en el milagro
mueren los sapos con sed
 
Lo hiciste bien, no se queja
pero rápido aprendió
que cobarde es aquel
que tan sólo el cortejo valoró
 
Si por infeliz la tienes
sólo te pide un favor
sigue sin detenerte
que eso mismo ella obró
 
Y si por incapaz te tienes
y te falta la confianza
sólo desearte suerte
con la nueva pareja de danza
 
Ahórrale las vivencias,
no necesita escuchar,
pues de andanzas quijotescas
está muy harta ya.
 
No es amigo quién se va
amigo es quién se queda
quien siempre estuvo
y estará,
y a ti te encontró en la calle,
sobrabas hasta antes de empezar.
 
Punto final, que el olvido
es un arma de dos filos
sólo para quien no quiere olvidar.
 

 @carlaestasola

 

Música:

Whitney Houston – I have nothing


Imagen: Remedios Varo