Mientras contemplas las estrellas pregúntale a la Luna si alguna vez al pasar por tu ventana, sonrió a carrillos llenos al sorprenderte escribiendo versos que para ella no fueron
Alguna de esas constelaciones reunió más estrellas que las cuentas de mi collar cuando acaricias mi espalda jugando a crear nuevas formas que surcarás con besos
Ser estrella en este momento estar en tu cielo brillar para estremecerte induciendo tu sueño
A la nana, nana de las perlas entre tus dedos que en estrellas se convirtieron
En estos momentos en que cambio mis horarios para adaptarlos
a los de mi padre, recuerdo a mi querido Carlos cuando los domingos y festivos
me comentaba el relax del que disfrutaba en esas mañanas con el suyo.
Es en este vivir pausado cuando todo cobra vida, los árboles
y arbustos bailan al son que les marca el viento, los lunares que veo
reflejados en la terraza, se deben al poco sol que entre las ramas y hojas del casi bosque que nos rodea, traspasa
como si de un colador se tratara, iluminando sin herir en exceso, la música de
las hojas de los árboles, percusión sutil, sirviendo de relax a esta aprendiz
de escritora a ratos perdidos, cuyas ganas últimamente flaquean a la hora de
enfrentarse al temible Word en blanco.
Debo al menos intentar, no desfallecer en esta práctica, y
agradezco de paso a todos los que a ello me animáis con vuestras palabras, gestos,
y mensajes tan cariñosos. A veces debo forzarme, y quizás en esta ocasión sólo
me mueva la petición de los amigos, aunque una vez comienzo, me dejo escapar el
alma entre los dedos, para no censurar nada de lo que salga. A veces tal cual,
no soy de corregir, me gusta la inmediatez de pensamiento, aun pecando de
formas demasiado sencillas, sin embargo directas. Por favor disculpad mi falta
de ejercicio en la escritura, perdonad
mi vagancia, mi pasotismo a veces, que desafortunadamente siempre pasa factura…
Como todo ejercicio, debería ser constante para conseguir resultados, y no soy
capaz de la disciplina necesaria, siempre me permito ausencias, que van en mi
contra.
Como iba comentando, en las tardes de paseo, solemos
sentarnos en un mirador cercano al río Manzanares, lugar entretenido para la
tercera edad, a cuyo ritmo me estoy acostumbrando, lo confieso, incluso
conseguirán hacerme fan de estas prácticas observatorias. Desde dicho mirador
se contempla una preciosa vista del Madrid monumental, lugar por el que hace
pocos días en bicicleta alardeaban algunos políticos en campaña. En estos
bancos repletos de gente mayor, se respira la calma del atardecer, se escuchan
las conversaciones en voz baja a veces casi susurrada, y medio a voz en grito
en otras, por aquellos que tienen el oído cansado, de acuerdo a sus años.
Les veo mirarnos con incomprensión, observan a los
transeúntes jóvenes como si de animales se tratase, en un zoo de ires y venires
a paso rápido, acelerados, armados de cascos en los oídos y móviles en las
manos, que no dejan de mirar ni un segundo, ni siquiera ante la majestuosidad
del atardecer reflejado sobre las orillas del río. Ni aun yendo con sus hijos,
dejan de atender a esta pantalla que les capta, atónitos, moviendo rápidamente
los pulgares, que como decía un amigo, terminarán convirtiéndose con los años
en únicos apéndices de nuestras manos, por el uso excesivo.
Nos observan caminar las calles perdidos, aislados de cuanto
acontece a nuestro alrededor, con nuestros pies vacilantes intuyendo el camino,
más que viéndolo.
Nuevos estos zombis de día, carne de asfalto, con sus ojos
pegados a una pantalla y sus pulgares armados de palabras disparando respuestas
a la velocidad del rayo.
Hemos perdido ya la noción del tiempo, y no sólo ellos, los
mayores, y quizás yo, contagiada por su enorme calma, son los únicos que nos
miran cómo seres humanos sin sentido apegados a las máquinas… Ya no nos miramos,
ya no hablamos, ya apenas socializamos con seres humanos, sino con frases preescritas
miles de veces, no sentidas seguramente en la mayor parte de los casos.
Y termino pensando, que cuando vuelva a mi vida normal, a mi
rutina diaria, no quiero ser más uno de esos zombis… Quiero mirar a mi
alrededor sin pantallas, ver los ojos que me hablan, y la expresión de una
cara, pero sobre todo no quiero tener dos únicos dedos en mis manos, ser un palmípedo
más.
Aunque seguramente cuando acaben mis vacaciones forzadas,
miraré la vida desde el otro lado, e inevitablemente a seré yo misma, quien mire a los mayores ahí
sentados, contemplando el atardecer, como esos seres extraños y casi inertes
que miran al sol cuando se va la tarde, agradeciendo o maldiciendo en algún
caso, poder hacerlo un día más…Mirar dependiendo del lado en el que nos
encontramos, y posicionándonos subjetivamente, es lo que tiene.
Hoy como cada noche, volví a padecer ese infarto... Esa parada involuntaria y silenciosa del músculo que extraña tu mirada y se rebela permaneciendo en silencio esperando tu vuelta
Hoy como cada noche que no estas mi cabeza da vueltas a mil elucubraciones y revuelve en los cajones de recuerdos buscando caricias antiguas a falta de las nuevas
Hoy como cada noche que te siento habitas mi piel y en mis oídos el eco de tu voz mata el silencio antes de que él acabe conmigo con nosotros Carla 04/05/2015 - 1:54