sábado, 25 de enero de 2020

Un cumpleaños, una matanza, y dos sevillanos


Una de las cosas que la Derechona española echa en cara al actual gobierno, es que lo han conseguido gracias a los votos de los terroristas. Es increible que ellos se atrevan a pronunciar siquiera la palabra "terrorista". Seguramente son demasiado jóvenes y no vivieron los asesinatos silenciosos de la derecha en los años sesenta, setenta y ochenta, o quizás no son lo suficientemente aficionados a la lectura y no han leído nada ni sobre ese, ni sobre ningún otro tema, me temo.

Ayer día de mi cumpleaños, se cumplía también el 43 aniversario de una matanza en la calle Atocha, donde cinco abogados laboralistas que defendían a los trabajadores fueron vilmente asesinados en su despacho. 

Viví ese duelo muy de cerca, pues un amigo mío y su hermano, sevillanos ellos, Juan y Fernando Lobato se salvaron de esa masacre por estar cenando conmigo, celebrando mi cumpleaños. El día de autos deberían haber pasado por el despacho ambos, pero como terminamos de cenar tarde, finalmente no pasaron. La mañana del día 25 recibí la llamada de Juan: "me has salvado la vida", me dijo sin parar de llorar por sus compañeros. 

Ahora no me habléis de terroristas, los hijos de los asesinos de entonces. ¡Vosotros no tenéis derecho a hablar de asesinatos!

Desde entonces cada día de mi cumpleaños, recuerdo a aquellos cinco abogados, porque hoy es presente, estoy viva, soy de izquierdas y estoy muy orgullosa de ello.

Pero jamás olvidaré el pasado, que en este Madrid no se podía pasear por la noche sin la vigilancia clandestina y cobarde de los "Guerrilleros de Cristo Rey", y del terror que viví varias veces cuando apaleaban a la gente los domingos en el Rastro, niños y mujeres terminaban pisoteados, puestos por el suelo y gritos de terror... Tantas cosas que no puedo  perdonar, ni olvidar.

De eso se trata ser mayor de contar lo que has vivido, para que nunca más vuelva a repetirse.

Me felicito, y felicito a todos los que han sabido perdonar.

Texto Publicado 25 Enero 2020


@carlaestasola


Nota actualizada: 

Hoy día 24 de Enero de 2023, vuelvo a estar con todos los que han venido a la Plaza de Antón Martín a celebrar este hermoso acto de memoria, este recuerdo a los abogados laboralistas, cobardemente asesinados por la derecha. Hoy que lamentablemente está tan presente políticamente de nuevo esta gente. Hoy más que nunca recordamos quiénes son y cómo actuan, gracias a los compañeros asesinados. Hoy 46 años después, seguimos recordándoos, como héroes de una forma de ser, con valores reales, con solidadaridad real. 

Hoy soy yo Fernando y Juan Lobato quien os agradece haber estado conmigo aquella noche, para poder seguir transmitiendo 46 años después, que seguimos aquí y que nuestras vidas se encauzan gracias a esos valores por los que ellos murieron asesinados. Viva la Internacional!






miércoles, 8 de enero de 2020

Vanidad en año nuevo



VANIDAD EN AÑO NUEVO

Lo agotador
de vivir con un ladrón de ilusiones,
que nos roba los poemas.

El letargo 
que sólo despierta,
rendida 
en este banco,
al ruido del tráfico del centro,
con el arrastrar de las ruedas de los trolleys
constantes siempre en mi barrio.

Siempre,
Nunca,
Todo,
Nada,
extremos siempre
buscando
un punto de apoyo
que me conceda el equilibrio.

Hoy,
nunca,
de nuevo
mis palabras más usadas.

Más,
menos
nada de nuevo.
Ya no sé que espero,
porque no espero,
desespero.

Todo, 
de nuevo.
Cadencias,
ritmos repetidos hasta el infinito.

Arriba,
abajo
silencio en mi pentagrama.

Dicen que,
la tristeza más profunda
es la que te obliga
a escribir en verso.

¿Ves Antonio?
Feliz no puedo.
Perdón por este intento de verso
al año nuevo.

Donde volvemos a los años veinte
la rueda
gira de nuevo
nada nuevo.

Párate a escribir,
de vez en cuando.

Retoma reflexión
vuelta a la soledad,
que no a estar sola.
Pero siempre,
voluntariamente.

Antes de ser dejado,
apartado,
uno
siempre se va antes.

Ojalá
a veces
piensas, irte del todo.

Volver a esa vanidad
difusa,
confusa,
de querer ser poeta
en causa,
me impide hacer lo que deseo.

¿Y qué es lo que quieres?

Tonta,
ilusa de mí.
Ser feliz, 
pretendía
pero ahora lo deseo.

Y volviendo a los extremos

Nada
me acerca más a la felicidad
que mis versos.

¿A ver si va a ser eso lo que quiero?
Volver a escribir de nuevo.

Lo viejo,
lo vivido,
la imaginado,
los sueños,
mezclados en un intento de poema.


@carlaestasola

Vuelvo a escribir después de mucho tiempo. Soy mi propia inspiración, quizás locura, quizás sólo vanidad, prometiendo intentarlo de nuevo.




IMAGEN: Eliza Freire / Onde jà se fez noite

MÚSICA:  Sheku Kanneh-Mason - Rachmaninov, Elégie



martes, 29 de mayo de 2018

Serie Negra - Poema Número 2






Poema Número 2


El humo de su cigarrillo,
volaba en sentido contrario
a sus pensamientos.
Hacia su espalda,
rozando el lóbulo de su oreja.
daba la sensación
de ser tragado por ella,
tras la ventana abierta.

Volver de la locura
es un camino incierto
que el asesino no contempla,
no racionalmente al menos,
eso queda para los cuerdos.

Placer, vanidad, orgullo,
lujuria, risas, ego.

Para un asesino a sueldo
un fiambre no es razón
para salir corriendo,
la huída nunca demasiado precipitada.
Demostrando sosiego, profesionalidad.

Se regodea contemplando la escena,
evaluando los parámetros mentalmente,
perfecto, se dice hacia dentro,
mientras apaga su cigarrillo
aplastándolo fuertemente
contra el alcorque de la ventana.

Es hora de continuar con su lista.
20.000 euros por cabeza.
Guarda su amada arma,
caliente aún el cañón en su extremo.
Ella nunca le falla.
No la cambiaría ni por la mejor de las mujeres,
la cuida, la acaricia, la mima.
Sabe que algún día no muy lejano
descansará a su lado,
si antes el que le mate no se la arrebata.

Levanta sus posaderas,
sale de la escena con parsimonia egregia.
sin molestarse en cerrar la puerta.
Esa valentía que da el trabajo finalizado,
bien hecho se dice de nuevo.
Sabe que nunca escuchará ese halago
del pagador,
por eso se lo regala,
y eso qué importa, mientras se valore el mismo.

Agacha la cabeza, la lluvia arrecia.
Sube el cuello de su chaqueta
mientras piensa,
A ver si sigue su racha
y sigue sin necesitar una segunda bala,
que está la vida muy achuchada…

Claqueta, Escena primera -escenario del crimen- Segunda toma

@Carlaestasola
Mi guiño a los que escriben género Novela Negra.



***


Música: Kenny Burrell - Midnight Blue (1963) 

Imagen: Copyright 2016 Emons Verlag GmbH. Edición en Estados Unidos, Libros Thomas Dunne

#Negra #Crimen #Asesino #sueldo #Escena

jueves, 23 de noviembre de 2017

Fuimos Luna




Las ausencias son lunares que nos cubren la piel,
su tono de marrón depende de las noches
que hayas perdido echando de menos,
los más oscuros ya casi duelen.

Se que no leerás mis letras,
y aún así las escribo miles de veces,
todas dirigidas a ti,
aunque con miles de nombres
que no me leen...
Más horas de ausencia
que se suman al abismo.

Y tu vivirás feliz
pasaras por tantas relaciones,
después de mi, conmigo, a la vez, simultáneamente...
Que ya ni siguiera recuerdas
que fuimos luna,
y estrellas,
en noches de insomnio.

A ti, que tocarás tu música
llenando el silencio,
mirando al tranquilo mar de tu playa.
Con tus hijos,
esos que fueron un poco míos, también
a ratos.

Esos que te alejan de esta ciudad,
donde desafortunadamente vegeto.
Y camino mirando a los que se abrazan,
me molestan los besos que no son en privado...
¡Qué desagradable despliegue de ostentación innecesario!
Qué manía con hacer ver a los demás
lo que debería ser entre dos.
¡Tanta mala educación!
Y tan molesta!

Y camino aunque ya no tanto,
los años hacen mella,
las ganas hacen pozos,
las penas hacen lunares
y los sueños estrellas.

@carlaestasola

Madrid, jueves 23 de Noviembre a las 13:05




lunes, 20 de febrero de 2017

Hipófanes y Sísife





Cada vez que ellos se encontraban se olvidaban del mundo que les rodeaba. El de su esposa y sus hijos, del trabajo, de la constante presión de una vida que le obligaba a estar muerto en vida. Ella de su marido, de sus hijos, de la absurda soledad después de haber entregado sus mejores años como esclava para la felicidad de los que la rodeaban. Ahora su trabajo ya no era estresante y sin embargo era el más estresante en la teoría de lo absurdo. Hacer para que otros deshagan y volver a comenzar al día siguiente el mismo trabajo, para finalizar el día de nuevo en la misma posición en la que había empezado cada mañana.

En ese limbo de horas quemaban sus cuerpos ungidos en lujuria, la más demencial y absoluta, toda la imaginada y mucho más, se entregaban sin límites a sus pasiones más bajas. Sus pieles ardían bajo las llamas del deseo absoluto y se apagaban con los líquidos que de ellos mismo emanaban, para comenzar de nuevo la escalada desde la humedad sumida en sus poros, desde la que renacía con mayor virulencia la desesperación de todo el deseo frustrado. A veces doloridos, sus cuerpos llenos de marcas, lograban despertar del sueño infernal de sus extremos enzarzados, unidos por lazos invisibles. Ojos que incendiaban prendiendo una y otra vez una insofocable llama.

Escondidos en sus refugios temporales, fueron perseguidos y vigilados, hasta ser cogidos in fraganti un día y detenidos por la autoridad competente en cuestiones morales. Fueron conducidos a un lugar apartado de su mundo, donde la conexión con la realidad se perdió por completo. En aquellas celdas separados por las rejas, se observaban el uno al otro, sin entender cómo habían podido llegar hasta allí, ni cual había sido su culpa en una sociedad en la que todo el mundo vivía la libertad de lo que a cada uno se le antojaba. La doble moral de un “dios” que precisaba el sacrificio justificador de tanto libertinaje encubierto les había hecho crear una especie de inquisición, para muy de tarde en tarde culpabilizar a algún estúpido escogido por azar para pagar por los pecados del resto de la sociedad, y poder así perpetuar su modo de vida, cumplimentando a quién habían hecho su “dios” con unos cuantos cautivos que pagarían con sus vidas el pecado en el que vivían.

Habían perdido la noción del tiempo en aquellas celdas, esperando un juicio que nunca llegaba, cuando un tercer inculpado llegó para compartir la celda de él.  Era un muchacho muy joven con un cuerpo escultural, unos músculos brillantes, y un rostro realmente bello. Pudieron admirar con calma la enorme belleza de su cuerpo ya que llegó completamente desposeído de su ropa. Se les prohibió hablar entre ellos, así es que lo poco que pudieron comunicarse fue por señas, indicaciones con las miradas.

Llegaron a empatizar con su desconocida historia simplemente por cómo se comportaba, era amable con él, y con ella. Y para sorpresa de ambos su sexo no paraba de sorprendernos erectándose constantemente. Era maravilloso ver como se masturbaba con esa naturalidad ante ellos, y disfrutaba plenamente de cada una de sus masturbaciones. Obsequiaba su vista con todo tipo de caricias sobre su persona. Lograba excitarles a ambos, era consciente de ello y sonreía picaronamente mientras se excitaba más aún con el fingido recato. Sus eyaculaciones eran tan fuentes que disparaban muy arriba esa lefa que provenía de su inmenso y viril prepucio. Sin duda si no hubiera habido separaciones entre las celdas, aquello habría terminado en algún momento por convertirse en un trío convulso y pleno de satisfacciones para todos. Sísife estaba comenzando a perder su recato, ya comenzaba a acariciar su clítoris cuando él se masturbaba y su amante se erectaba también. Todo sucedía sin que nada indicara que la proximidad  del juicio que estaban esperando se acercara.
Pero así fue, un buen día se abrió la puerta y aquel carcelero con sus llaves, entró en la celda de ella y se la llevó, mientras se alejaba por el pasillo el derramó algunas lágrimas.

El carcelero y Sísife entraron en una sala donde seres deformes reían y bebían algo extraño en copas de metal, le recordaron alguna escena de películas de la edad media. El esplendor y las joyas que les adornaban, no evidenciaron la falta de educación con la que de repente se comportaron. Todos se levantaron para tocarla… Unos apretaban sus nalgas, otros susurraban a su oído auténticas burradas, uno pellizcó sus pezones hasta hacerla gritar, y una vez escuchó su grito, lamió uno de sus pezones expresando de viva voz, cuanto le gustaba.

Tomaron asiento de espaldas a ella, gritaron, y discutieron largo rato, no podía entenderles, ni escuchaba de los que estaban hablando, entre los gritos, las risas, la música tan alta… Cuando se hizo el silencio, todos apoyaron sus manos en el hombro del que le había chupado el pezón. y desparecieron de la sala. El volvió su asiendo para quedarse allí muy quieto mientras sus ojos la desnudaban.

El jurado, dijo ha dictado sentencia, ahora está todo en mis manos.

Ella no podía entender cuál sería el siguiente paso, pues nada se le había comunicado acerca de la decisión.

El era enormemente alto, sus dimensiones eran poco humanas, parecía más un animal que una persona. Su cintura era muy estrecha pero su cuello y su espalda, brazos y piernas eran inmensamente musculadas. Tenía el pelo largo, una rojiza barba, encorvadas cejas, en una de ellas había una cicatriz que la cortaba a la mitad. Recordaba a los antiguos gladiadores de Roma, o a una estatua. Enrolló el pergamino que todos habían firmado, que estaba aun sobre la mesa en medio de las copas que todos habían dejado y se lo entregó para que lo leyera, con un gesto amable, volvió a sentarse, mientras la observaba.

Leyó atentamente todos los puntos que contenía aquel pergamino sin salir de su asombro, eran las condiciones para poder recuperar la libertad, no sólo la suya sino la de su amante. 

Lo que a cambio se le pedía no era gran cosa, después de todo lo que había vivido últimamente atender a los deseos de aquel gigante no iba a ser nada que no hubiera hecho antes.

Cuando terminó de leer el pergamino, le miró fijamente. Y le preguntó cuál era su decisión al respecto. No había muchas dudas la verdad, o cumplir con lo que allí se pedía como esclava del gigante o ambos ella y su amante morirían de una forma cruenta y dolorosa a la moda de la edad media. Parece que se habían quedado anclados en aquella época.

Bien, le dijo el gigante, estoy esperando tus palabras

Asintió sin dudarlo, estuvo de acuerdo con la sentencia.

Ummmm … fue todo lo que oyó por respuesta… Desnúdate muy despacio querida quiero ver ante mí la belleza que tu amante ha disfrutado.

Mientras, él la miraba.

Desde ese momento el también comenzó a desnudarse, allí sentado, tocaba su enorme miembro, que habría asustado hasta a un caballo, hasta conseguir una erección. Sus propios gemidos acompasados mientras la observaba con sus enormes ojos y ese brillo rojizo que hacía que el marrón ardiera. Su lengua que relamió sus labios con avidez, mientras su saliva caía sobre el pecho peludo sobre el que sobresalían picudos sus pezones erectos también…

El último recuerdo que tuvo fue cuando el se levantó de su asiento, y caminando hacia ella con pasos muy largos se aproximó a su hombro y susurró algo en su oído. Lo que sucedió después quedó como una zona en blanco de su memoria, no sabía si su propio subconsciente lo habría borrado, pero el caso es que nada logró recordar de lo que sucedió.

Milagrosamente olvidado todo, se encontró de la mano del carcelero encaminándose a la celda de Hipófanes. Su compañero ya no se encontraba en la celda, estaba solo, la miró sorprendido, su aparición allí era algo que desde luego no esperaba.

El carcelero abrió la puerta y el salió, iba a intentar hablar pero el carcelero tapó su boca con esa enorme mano. Sin palabras les condujo por un laberinto de pasillos abovedados, semioscuros hasta casi agotarlos tanto cambio de dirección y de caminar tanto. Al final en una sala que parecía algo más iluminada había una celda custodiada por dos enormes figuras gigantes, supongo que también carceleros, en el suelo de la celda, aunque muy de pasada, pues el carcelero que les acompañaba les llevaba a empujones intentando que acelerasen su paso, vieron a su compañero de celda. Parecía inerte, no adivinaron si aun estaba vivo, no había un centímetro de su cuerpo que no tuviera una herida sangrante, aunque no parecían graves, si eran muy desagradables. Su cabeza era una gran pieza metálica que se asemejaba a un tótem, tan sólo se vislumbraba a través de una rejilla su boca. Sus atributos estaban cubiertos con una especie de cinturón de castidad de cuero y metal parecido a los que se usan para impedir que su miembro se erectara. 

Otro empujón del carcelero les hizo salir de la sala a prisa, llegaron al final de otro pasillo que parecía iluminado en color rojo, desde el que salía una escalera que ascendía  por un tubo desde el que sólo se veía oscuridad y leves reflejos que llegaban del rojo intenso de la sala. El carcelero les mandó subir, su amante subió primero para ir abriendo el camino. El carcelero gritó que subieran rápido que el tiempo apremiaba, que no dejaran de ascender pasara lo que pasara y veran lo que vieran. Comenzaron a subir rápidamente hasta que muy  pronto perdieron de vista al carcelero.

En el ascenso tan rápido como pudieron sólo distinguían que la superficie del suelo era redondeado, tanto que en algunas zonas resbalaban, pero siguieron ascendiendo, el tubo se estrechaba cada vez más y más, apenas cabían sus cuerpos, pero no dejaron de escalar… Estuvieron largo tiempo subiendo, agotados  vieron finalmente cómo una leve luz penetraba desde el fondo del túnel…  Con su reflejo comprobaron aterrorizados, que el suelo de la escalera por la que subían no era otra cosa que calaveras petrificadas incrustadas en un barro rojizo… Con angustia alcanzaron aquellos metros finales, cuando la luz se hizo insoportable salieron a un agujero en el suelo de un césped que había sido destapado, una pesada reja de hierro reposaba en suelo a uno de los lados. Salieron  sin saber dónde se encontraban y sin mirar atrás, corrieron sin parar hasta que el murmullo de gente les reconfortó, estaban de vuelta  en su mundo, no sabían en que ciudad, ni en que parque, pero habían sido liberados.

Siempre les carcomió la incertidumbre de lo que habría pasado con aquel gigante para que les concediera la liberación, pero nunca  logró recordarlo. Acordaron no volver a encontrarse nunca más, borrarlo todo como si nunca hubiese pasado.

Ella estaba segura de que salir de allí había sido un premio lo suficientemente grande como para no volver a repetirlo.

Desde que salió de allí hizo un acto de redención y olvidó su pasado. Volvió a su vida sin complicarse más con historias ajenas, Se convenció de que su vida era lo más importante y que cualquier cosa que la pusiera en peligro debía ser apartada de inmediato.

A medida que iban pasando el tiempo sintió cómo la madurez se aceleraba y le había cambiado, la había vuelto una mujer fuerte ante cualquier situación pero muy débil físicamente desde que saliera de aquella cueva. Su salud se había resentido.

Lamentablemente sus estados de somnolencia están convirtiendo su  forma de vida en algo mucho más relajado. Ha acudido a los médicos para que pudieran ayudarle a no dormir tanto, pero después de mirarle unos cuantos especialistas han decidido que forma parte de sus propios biorritmos ese cambio, y que debe adaptarse a él con la mayor naturalidad posible, al fin y al cabo si me sirven para relajarla nada ven que pueda ser nocivo en dormir un rato, incluso en hacer varias siestas cortas a diario.

Por eso cada vez que comienza a sentir ese sopor se ve obligada a  recostarse en el sofá o en la cama para dormir un rato. Tal y como su organismo pide a gritos, simplemente lo hace.

Lo único que viene a su mente cada vez que comienza  a quedarse dormida es el brillo rojizo de los ojos de aquel gigante.

@carlaestasola
Madrid a 18 de Febrero de 2017 a las 15:03


jueves, 9 de febrero de 2017

Llamadas











Adoraba aquella voz de bobito pasmado,
que traslucía el nerviosismo de lo deseado.

Entrecortada y feliz, como la de un niño
al oír música por primera vez.

Elogiando mis notas 
con cada uno de sus silencios,
admirando cada inflexión...

Esperando que se produjera
ese espacio cada día
donde encontrarnos,
entre las ondas 
de un mar de sonrisas
gestuales sin sonidos
tras el sonido
de nuestras voces

@carlaestasola

Madrid 9 de Febrero 2017 a las 00:32











martes, 24 de enero de 2017

Fechas olvidadas





Amaneció con una certeza:
algún día él la olvidaría.

Ni siquiera recordaría las fechas señaladas.
Ningún recuerdo había dejado.
Tan sólo la lluvia se quedó
para hacerle  compañía.

Días que no son ya importantes.
Ni siquiera para ella,
pues perdieron
el aroma  y la esperanza
que proporcionan unos gramos de locura
perdidos,
ajados,
tirados..

Un año más perdida ya la cuenta
de tantos,
hasta aquel que dio sentido
a la esperanza
muerta,
incinerada,
y enterrada

Entre tantas otras

@carlaestasola