Un día de diciembre en la blancura de una habitación
en sexta planta, Madrid 2016 Poema publicado en El Poder de Las Letras sobre recuerdos de mi operación de desprendimiento de retina, meses más tarde, ya viendo la luz.
Música: Dvořák Cello Concerto – London Symphony Orchestra cond. Daniel Barenboim by Jacqueline Du Pré
Una de las cosas que la Derechona española echa en cara al actual gobierno, es que lo han conseguido gracias a los votos de los terroristas. Es increible que ellos se atrevan a pronunciar siquiera la palabra "terrorista". Seguramente son demasiado jóvenes y no vivieron los asesinatos silenciosos de la derecha en los años sesenta, setenta y ochenta, o quizás no son lo suficientemente aficionados a la lectura y no han leído nada ni sobre ese, ni sobre ningún otro tema, me temo.
Ayer día de mi cumpleaños, se cumplía también el 43 aniversario de una matanza en la calle Atocha, donde cinco abogados laboralistas que defendían a los trabajadores fueron vilmente asesinados en su despacho.
Viví ese duelo muy de cerca, pues un amigo mío y su hermano, sevillanos ellos, Juan y Fernando Lobato se salvaron de esa masacre por estar cenando conmigo, celebrando mi cumpleaños. El día de autos deberían haber pasado por el despacho ambos, pero como terminamos de cenar tarde, finalmente no pasaron. La mañana del día 25 recibí la llamada de Juan: "me has salvado la vida", me dijo sin parar de llorar por sus compañeros.
Ahora no me habléis de terroristas, los hijos de los asesinos de entonces. ¡Vosotros no tenéis derecho a hablar de asesinatos!
Desde entonces cada día de mi cumpleaños, recuerdo a aquellos cinco abogados, porque hoy es presente, estoy viva, soy de izquierdas y estoy muy orgullosa de ello.
Pero jamás olvidaré el pasado, que en este Madrid no se podía pasear por la noche sin la vigilancia clandestina y cobarde de los "Guerrilleros de Cristo Rey", y del terror que viví varias veces cuando apaleaban a la gente los domingos en el Rastro, niños y mujeres terminaban pisoteados, puestos por el suelo y gritos de terror... Tantas cosas que no puedo perdonar, ni olvidar.
De eso se trata ser mayor de contar lo que has vivido, para que nunca más vuelva a repetirse.
Me felicito, y felicito a todos los que han sabido perdonar.
Texto Publicado 25 Enero 2020
@carlaestasola
Nota actualizada:
Hoy día 24 de Enero de 2023, vuelvo a estar con todos los que han venido a la Plaza de Antón Martín a celebrar este hermoso acto de memoria, este recuerdo a los abogados laboralistas, cobardemente asesinados por la derecha. Hoy que lamentablemente está tan presente políticamente de nuevo esta gente. Hoy más que nunca recordamos quiénes son y cómo actuan, gracias a los compañeros asesinados. Hoy 46 años después, seguimos recordándoos, como héroes de una forma de ser, con valores reales, con solidadaridad real.
Hoy soy yo Fernando y Juan Lobato quien os agradece haber estado conmigo aquella noche, para poder seguir transmitiendo 46 años después, que seguimos aquí y que nuestras vidas se encauzan gracias a esos valores por los que ellos murieron asesinados. Viva la Internacional!
Las ausencias son lunares que nos cubren la piel,
su tono de marrón depende de las noches
que hayas perdido echando de menos,
los más oscuros ya casi duelen.
Se que no leerás mis letras,
y aún así las escribo miles de veces,
todas dirigidas a ti,
aunque con miles de nombres
que no me leen...
Más horas de ausencia
que se suman al abismo.
Y tu vivirás feliz
pasaras por tantas relaciones,
después de mi, conmigo, a la vez, simultáneamente...
Que ya ni siguiera recuerdas
que fuimos luna,
y estrellas,
en noches de insomnio.
A ti, que tocarás tu música
llenando el silencio,
mirando al tranquilo mar de tu playa.
Con tus hijos,
esos que fueron un poco míos, también
a ratos.
Esos que te alejan de esta ciudad,
donde desafortunadamente vegeto.
Y camino mirando a los que se abrazan,
me molestan los besos que no son en privado...
¡Qué desagradable despliegue de ostentación innecesario!
Qué manía con hacer ver a los demás
lo que debería ser entre dos.
¡Tanta mala educación!
Y tan molesta!
Y camino aunque ya no tanto,
los años hacen mella,
las ganas hacen pozos,
las penas hacen lunares
y los sueños estrellas.
Cada vez que ellos se
encontraban se olvidaban del mundo que les rodeaba. El de su esposa y sus
hijos, del trabajo, de la constante presión de una vida que le obligaba a estar
muerto en vida. Ella de su marido, de sus hijos, de la absurda soledad después
de haber entregado sus mejores años como esclava para la felicidad de los que
la rodeaban. Ahora su trabajo ya no era estresante y sin embargo era el más
estresante en la teoría de lo absurdo. Hacer para que otros deshagan y volver a
comenzar al día siguiente el mismo trabajo, para finalizar el día de nuevo en
la misma posición en la que había empezado cada mañana.
En ese limbo de horas
quemaban sus cuerpos ungidos en lujuria, la más demencial y absoluta, toda la
imaginada y mucho más, se entregaban sin límites a sus pasiones más bajas. Sus
pieles ardían bajo las llamas del deseo absoluto y se apagaban con los líquidos
que de ellos mismo emanaban, para comenzar de nuevo la escalada desde la
humedad sumida en sus poros, desde la que renacía con mayor virulencia la
desesperación de todo el deseo frustrado. A veces doloridos, sus cuerpos llenos
de marcas, lograban despertar del sueño infernal de sus extremos enzarzados,
unidos por lazos invisibles. Ojos que incendiaban prendiendo una y otra vez una
insofocable llama.
Escondidos en sus refugios
temporales, fueron perseguidos y vigilados, hasta ser cogidos in fraganti un
día y detenidos por la autoridad competente en cuestiones morales. Fueron
conducidos a un lugar apartado de su mundo, donde la conexión con la realidad
se perdió por completo. En aquellas celdas separados por las rejas, se
observaban el uno al otro, sin entender cómo habían podido llegar hasta allí,
ni cual había sido su culpa en una sociedad en la que todo el mundo vivía la
libertad de lo que a cada uno se le antojaba. La doble moral de un “dios” que
precisaba el sacrificio justificador de tanto libertinaje encubierto les había
hecho crear una especie de inquisición, para muy de tarde en tarde culpabilizar
a algún estúpido escogido por azar para pagar por los pecados del resto de la
sociedad, y poder así perpetuar su modo de vida, cumplimentando a quién habían
hecho su “dios” con unos cuantos cautivos que pagarían con sus vidas el pecado
en el que vivían.
Habían perdido la noción del
tiempo en aquellas celdas, esperando un juicio que nunca llegaba, cuando un
tercer inculpado llegó para compartir la celda de él. Era un muchacho muy joven con un cuerpo
escultural, unos músculos brillantes, y un rostro realmente bello. Pudieron
admirar con calma la enorme belleza de su cuerpo ya que llegó completamente
desposeído de su ropa. Se les prohibió hablar entre ellos, así es que lo poco
que pudieron comunicarse fue por señas, indicaciones con las miradas.
Llegaron a empatizar con su
desconocida historia simplemente por cómo se comportaba, era amable con él, y
con ella. Y para sorpresa de ambos su sexo no paraba de sorprendernos
erectándose constantemente. Era maravilloso ver como se masturbaba con esa
naturalidad ante ellos, y disfrutaba plenamente de cada una de sus
masturbaciones. Obsequiaba su vista con todo tipo de caricias sobre su persona.
Lograba excitarles a ambos, era consciente de ello y sonreía picaronamente
mientras se excitaba más aún con el fingido recato. Sus eyaculaciones eran tan fuentes
que disparaban muy arriba esa lefa que provenía de su inmenso y viril prepucio.
Sin duda si no hubiera habido separaciones entre las celdas, aquello habría
terminado en algún momento por convertirse en un trío convulso y pleno de
satisfacciones para todos. Sísife estaba comenzando a perder su recato, ya
comenzaba a acariciar su clítoris cuando él se masturbaba y su amante se
erectaba también. Todo sucedía sin que nada indicara que la proximidad del juicio que estaban esperando se acercara.
Pero así fue, un buen día se
abrió la puerta y aquel carcelero con sus llaves, entró en la celda de ella y
se la llevó, mientras se alejaba por el pasillo el derramó algunas lágrimas.
El carcelero y Sísife
entraron en una sala donde seres deformes reían y bebían algo extraño en copas
de metal, le recordaron alguna escena de películas de la edad media. El
esplendor y las joyas que les adornaban, no evidenciaron la falta de educación con
la que de repente se comportaron. Todos se levantaron para tocarla… Unos
apretaban sus nalgas, otros susurraban a su oído auténticas burradas, uno pellizcó
sus pezones hasta hacerla gritar, y una vez escuchó su grito, lamió uno de sus
pezones expresando de viva voz, cuanto le gustaba.
Tomaron asiento de espaldas
a ella, gritaron, y discutieron largo rato, no podía entenderles, ni escuchaba
de los que estaban hablando, entre los gritos, las risas, la música tan alta…
Cuando se hizo el silencio, todos apoyaron sus manos en el hombro del que le
había chupado el pezón. y desparecieron de la sala. El volvió su asiendo para
quedarse allí muy quieto mientras sus ojos la desnudaban.
El jurado, dijo ha dictado
sentencia, ahora está todo en mis manos.
Ella no podía entender cuál
sería el siguiente paso, pues nada se le había comunicado acerca de la
decisión.
El era enormemente alto, sus
dimensiones eran poco humanas, parecía más un animal que una persona. Su
cintura era muy estrecha pero su cuello y su espalda, brazos y piernas eran
inmensamente musculadas. Tenía el pelo largo, una rojiza barba, encorvadas
cejas, en una de ellas había una cicatriz que la cortaba a la mitad. Recordaba
a los antiguos gladiadores de Roma, o a una estatua. Enrolló el pergamino que
todos habían firmado, que estaba aun sobre la mesa en medio de las copas que
todos habían dejado y se lo entregó para que lo leyera, con un gesto amable,
volvió a sentarse, mientras la observaba.
Leyó atentamente todos los
puntos que contenía aquel pergamino sin salir de su asombro, eran las
condiciones para poder recuperar la libertad, no sólo la suya sino la de su
amante.
Lo que a cambio se le pedía
no era gran cosa, después de todo lo que había vivido últimamente atender a los
deseos de aquel gigante no iba a ser nada que no hubiera hecho antes.
Cuando terminó de leer el
pergamino, le miró fijamente. Y le preguntó cuál era su decisión al respecto.
No había muchas dudas la verdad, o cumplir con lo que allí se pedía como esclava
del gigante o ambos ella y su amante morirían de una forma cruenta y dolorosa a
la moda de la edad media. Parece que se habían quedado anclados en aquella
época.
Bien, le dijo el gigante,
estoy esperando tus palabras
Asintió sin dudarlo, estuvo
de acuerdo con la sentencia.
Ummmm … fue todo lo que oyó
por respuesta… Desnúdate muy despacio querida quiero ver ante mí la belleza que
tu amante ha disfrutado.
Mientras, él la miraba.
Desde ese momento el también
comenzó a desnudarse, allí sentado, tocaba su enorme miembro, que habría
asustado hasta a un caballo, hasta conseguir una erección. Sus propios gemidos
acompasados mientras la observaba con sus enormes ojos y ese brillo rojizo que
hacía que el marrón ardiera. Su lengua que relamió sus labios con avidez,
mientras su saliva caía sobre el pecho peludo sobre el que sobresalían picudos
sus pezones erectos también…
El último recuerdo que tuvo
fue cuando el se levantó de su asiento, y caminando hacia ella con pasos muy
largos se aproximó a su hombro y susurró algo en su oído. Lo que sucedió
después quedó como una zona en blanco de su memoria, no sabía si su propio
subconsciente lo habría borrado, pero el caso es que nada logró recordar de lo
que sucedió.
Milagrosamente olvidado
todo, se encontró de la mano del carcelero encaminándose a la celda de
Hipófanes. Su compañero ya no se encontraba en la celda, estaba solo, la miró
sorprendido, su aparición allí era algo que desde luego no esperaba.
El carcelero abrió la puerta
y el salió, iba a intentar hablar pero el carcelero tapó su boca con esa enorme
mano. Sin palabras les condujo por un laberinto de pasillos abovedados,
semioscuros hasta casi agotarlos tanto cambio de dirección y de caminar tanto.
Al final en una sala que parecía algo más iluminada había una celda custodiada
por dos enormes figuras gigantes, supongo que también carceleros, en el suelo
de la celda, aunque muy de pasada, pues el carcelero que les acompañaba les
llevaba a empujones intentando que acelerasen su paso, vieron a su compañero de
celda. Parecía inerte, no adivinaron si aun estaba vivo, no había un centímetro
de su cuerpo que no tuviera una herida sangrante, aunque no parecían graves, si
eran muy desagradables. Su cabeza era una gran pieza metálica que se asemejaba
a un tótem, tan sólo se vislumbraba a través de una rejilla su boca. Sus
atributos estaban cubiertos con una especie de cinturón de castidad de cuero y
metal parecido a los que se usan para impedir que su miembro se erectara.
Otro empujón del carcelero
les hizo salir de la sala a prisa, llegaron al final de otro pasillo que
parecía iluminado en color rojo, desde el que salía una escalera que ascendía por un tubo desde el que sólo se veía
oscuridad y leves reflejos que llegaban del rojo intenso de la sala. El
carcelero les mandó subir, su amante subió primero para ir abriendo el camino.
El carcelero gritó que subieran rápido que el tiempo apremiaba, que no dejaran
de ascender pasara lo que pasara y veran lo que vieran. Comenzaron a subir
rápidamente hasta que muy pronto
perdieron de vista al carcelero.
En el ascenso tan rápido
como pudieron sólo distinguían que la superficie del suelo era redondeado,
tanto que en algunas zonas resbalaban, pero siguieron ascendiendo, el tubo se
estrechaba cada vez más y más, apenas cabían sus cuerpos, pero no dejaron de
escalar… Estuvieron largo tiempo subiendo, agotados vieron finalmente cómo una leve luz penetraba
desde el fondo del túnel… Con su reflejo
comprobaron aterrorizados, que el suelo de la escalera por la que subían no era
otra cosa que calaveras petrificadas incrustadas en un barro rojizo… Con
angustia alcanzaron aquellos metros finales, cuando la luz se hizo insoportable
salieron a un agujero en el suelo de un césped que había sido destapado, una
pesada reja de hierro reposaba en suelo a uno de los lados. Salieron sin saber dónde se encontraban y sin mirar
atrás, corrieron sin parar hasta que el murmullo de gente les reconfortó,
estaban de vuelta en su mundo, no sabían
en que ciudad, ni en que parque, pero habían sido liberados.
Siempre les carcomió la
incertidumbre de lo que habría pasado con aquel gigante para que les concediera
la liberación, pero nunca logró recordarlo.
Acordaron no volver a encontrarse nunca más, borrarlo todo como si nunca
hubiese pasado.
Ella estaba segura de que
salir de allí había sido un premio lo suficientemente grande como para no
volver a repetirlo.
Desde que salió de allí hizo
un acto de redención y olvidó su pasado. Volvió a su vida sin complicarse más
con historias ajenas, Se convenció de que su vida era lo más importante y que
cualquier cosa que la pusiera en peligro debía ser apartada de inmediato.
A medida que iban pasando el
tiempo sintió cómo la madurez se aceleraba y le había cambiado, la había vuelto
una mujer fuerte ante cualquier situación pero muy débil físicamente desde que
saliera de aquella cueva. Su salud se había resentido.
Lamentablemente sus estados
de somnolencia están convirtiendo su forma de vida en algo mucho más relajado. Ha
acudido a los médicos para que pudieran ayudarle a no dormir tanto, pero
después de mirarle unos cuantos especialistas han decidido que forma parte de
sus propios biorritmos ese cambio, y que debe adaptarse a él con la mayor
naturalidad posible, al fin y al cabo si me sirven para relajarla nada ven que
pueda ser nocivo en dormir un rato, incluso en hacer varias siestas cortas a
diario.
Por eso cada vez que
comienza a sentir ese sopor se ve obligada a
recostarse en el sofá o en la cama para dormir un rato. Tal y como su
organismo pide a gritos, simplemente lo hace.
Lo único que viene a su
mente cada vez que comienza a quedarse
dormida es el brillo rojizo de los ojos de aquel gigante.
Adoraba aquella voz de bobito pasmado, que traslucía el nerviosismo de lo deseado. Entrecortada y feliz, como la de un niño al oír música por primera vez. Elogiando mis notas con cada uno de sus silencios, admirando cada inflexión... Esperando que se produjera ese espacio cada día donde encontrarnos, entre las ondas de un mar de sonrisas gestuales sin sonidos tras el sonido de nuestras voces @carlaestasola